03 abril, 2010

Ich bin ein berliner

Bueno, pues ante todo debo informarles de la satisfacción que me produjo el concierto del pasado día veinte de marzo. Media plaza (el Modo es grandote), sonido razonablemente bueno (aunque mi monitor crujía, y eso es muy desagradable, y mi canal de voz estaba un tanto perjudicado; como contrapartida, me fue dicho que mi guitarra sonó muy bonita), satisfacción por la Telecaster (a este concierto lleve la Tele y la Strato, pero no me fue necesario cambiar en ningún momento.




Hicimos un set de veintiún temas, unos cuantos de ellos enlazados entre sí, acortando espacios entre unos y otros. Quedó bien. Estamos ya preparando el siguiente, que se celebrará el día diecisiete de abril, en la Sala Zeta, que es precisamente el lugar en que Los Modos volvieron a la carretera hace apenas diecisiete meses, después de largos años de silencio. En cómputo global quedé (qedamos) satisfecho (s).


Más: desde el sábado veintisiete de marzo hasta el jueves primero de abril estuvimos en Berlín. Berlín es una ciudad que mola. Yo había estado un parde veces, una a principio de los ochenta (tuvimos que pedir visado y cambiar marcos occidentales por marcos orientales para pasar a la zona comunista) y otra en 1991, ya con MBO, cuando la zona oriental estaba todavía sin civilizar (los comunistas apenas reconstruyeron nada de su zona: hubo de llegar el degenerado capitalismo salvaje para hacer lucir de nuevo la belleza de las zonas nobles de la ciudad, que habían quedado, casi todas ellas, en manos de la tiranía estalinófila). Me ha gustado descubrir una ciudad completamente nueva, cuyo centro ya no está donde estaba. La Ku-Damm (la avenida principal de lo que fue la zona occidental) ha pasado a ser un asunto menor, por ejemplo. La zona de Prenzlauer berg, que no conocía y a la que me llevó MBO -inspirada por MaJo: Danke!- me pareció absolutamente sensacional, gratamente paseable, cómoda.

En fin, Berlín es inmensamente grande, más que Londres o París (alrededor de novecientos kilómetros cuadrados, que se dice pronto), y conocerla en profundidad es completamente imposible. En todo caso, les será de utilidad saber que no es especialmente cara y, aunque en invierno te pelas de frio, en este momento del año no se está nada mal.

Fue éste uno de esos viajes debidos a mi condición de Kappelmeister de la Asociación Provincial de Asentadores de Plantas de Jardín, que me -nos- ha llevado, sucesivamente, a Croacia, Rusia y Jordania. Yo es que lo agradezco mucho. El hotel en que nos alojamos tenía su gracia, concretamente una en forma de acuario de sección cilíndrica, unos veinte metros de altura y siete u ocho de radio y un millón de litros en su interior. Lleno de peces, oiga. Un hotel de cojón, ciertamente, ubicado -paradójicamente- en la Karl-Liebnecht Strasse.



Por lo demás, lo cierto es que una agenda relativamente apretada jorobó la posibilidad de ir al Bauhaus Archiv (a pesar de que lo teníamos a cuatro pasos del hotel), y en cuenta de ello vimos un Lager, afortunadamente no de los más contundentes. Visitamos Dresden y Postdam, cada una de las cuales tienen sus virtudes estéticas y conceptuales, si bien la catedral protestante de Dresden exigiría un tratamiento personalizado análogo al que sufrió la ciudad toda ella en febrero de 1945 a manos de la R.A.F. Bebimos litros innúmeros de cerveza de toda suerte, comimos numerosos codillos y salchichas y disfrutamos del restaurante del Reichstag, un lugar al que merece la pena ir. Ha sido un viaje grato y compensado, y muy, pero que muy relajante para mí, que llevo una temporada un poco mala.

El regreso el pasado jueves se remató con una sesión cinematográfica de gran decepción con la última de Roman POLANSKI, El Escritor, que vimos precisamente el jueves pasado. Supongo que basada en algún thrillercillo de esos que publican a puñados, lo cierto es que está hasta arriba de inconsistencias, es plana y, sobre todo, previsible desde el minuto cinco. Señalados esos tres mimbres, poco más que indicar: hablando de cine de este tipo, creo que está todo dicho. Ah, bueno, falta por decir que tampoco se nos deleita la vista ni con vehículos de grata imagen ni con el/los preceptivo/s bollazo/s estratosférico/s, perdiendo así aliciente complementario pero no por ello desdeñable. Más cachondo sería el análisis de paralelismos del personaje que perpetra Pierce BROSNAN (su actor de doblaje es, francamente, nefasto, por cierto) con Mr. Tony BLAIR, el amigo de los Ánsar... :D. Nada que ver con ese gran flín (a pesar del título) Los hombres que miran fíjamente a las cabras. Canela fina. Oro molino. Qué grande CLOONEY, qué grande BRIDGES. A pesar de su muy inconveniente título, no dejen de verla.

Ah, por cierto: el otro día ordené la biblioteca y reubiqué alfabéticamente los sesenta o setenta libros que tenía apartados y amontonaditos de cualquier manera con objeto de tratar de ellos en éste su bló. Anoté de cuáles se trataba por si un día de me va la pinza, pero, francamente, me parece que va a ser que no. Me da una pereza mortal y me da la sensación de que sería un pestiño injustificado. A lo mejor la cuelgo aquí por si alguien tiene interés en ello...