03 noviembre, 2008

On the road again





Jailais sobre el concierto. Hay quien lo ha pedido expresamente en comment a la entrada anterior, y hay quien me lo pidió a la misma salida del show (será que me describo mejor por escrito, tal vez).

Digamos que las últimas cinco o seis ocasiones en que me he subido a un escenario ha sido en condiciones de provisionalidad: en algún concierto de los Green Apples versioneando algo de los Fab Four, alguna fiesta... La última ocasión en que sonaron Los Modos como debe ser fue hace cinco o seis años, en una especie de homenaje a los ochenta con presencia de un montón de grupos, cuando nos juntamos con Karl y con un batería que nos presentaron para la ocasión, e hicimos cuatro de los viejos temas. Stage inmenso y quince o veinte mil vatios, buenos amplis y equipo de escenario, focos en condiciones y una sala muy grande (y bastante vacía, para qué negarlo).

En fin, que me enrollo. Llegó el sábado pasado, llegó la tarde del sábado pasado, y después de adecuada siesta (ya ven Vdes. qué nivel de sosiego vital. Y es que Hans tiene la Contención del Samurai. Esta chorrada tan fina de la CdS me la saqué de la manga hace un tiempo, la repito como un mantra y causa el ostensible cachondeo de mis más allegados) llegaron las seis, hora de montar el equipo y probar sonido.

Para los de fuera, conviene indicar que la Zeta es una sala que tiene su aquél: tiene un tamaño razonable, un escenario en que cuatro tipos caben bien y pueden pegar los saltos de ritual,


un equipo de sonido tirando a flojo, y un set de monitores bastante patético que apenas se oye: uno canta a ciegas, no sé cómo explicarlo, y no resulta muy agradable. Pero bueno, hay que vivir con esas cosas.

El montaje fue razonablemente rápido y razonablemente eficaz, y en apenas dos horas estaba todo en su sitio y comprobado el sonido, de manera que pudimos valernos del Matarraña, un restaurante muy conveniente para cenar algo antes del show. Ahí ví cómo Michel empezaba a ponerse pelín nervioso, cómo Javier coqueteaba elegante y diestramente con la camarera (agraciada morenita que nos besó -castamente- a todos cuando le regalamos una chapa del grupo, cual si fuésemos starsinthesky), cómo Pedro mantenía su usual perfil bajo de bluesman de lujo y cómo nos tomábamos unos carajillos de whisky, que es una bebida muy adecuada en estas circunstancias de presión y temperatura.

Entramos al local a las 22.00, con ya mucha gente en la Sala, y me dirigí directamente a colgarme la Gibson Les Paul, mi elección hexacórdica para esa noche. En cuanto a la otra elección imprescindible, el set-list fue el siguiente:

1 La ventana del amor
2 Modos
3 La calle del ritmo
4 Ráfagas/So Lonely
5 Please, please me
6 Te perseguiré
7 Luna de verano
8 All I’ve got to do
9 Actitud
10 The Monsters
11 Sweet home Chicago
12 Cansados de llorar
13 Chicas tontas
14 My Sharona
15 Ojos de perdida
16 Eres vulgar
17 Chica Pop
18 El espejo
Bis1 No sé qué hacer
Bis2 Medianoche

Seis versiones sobre veinte temas, que es una proporción prudente. Casi 90 minutos de show.

Para conocimiento de los que me preguntaron: nos quedamos contentos con la actuación. Me consta que las voces quedaron dignamente ensambladas y los pequeños patinazos de interpretación que hubo fueron de fácil corrección, de esos que uno percibe desde dentro, pero no tanto desde fuera. Cada punteo poco fino, eso sí, me sigue rebotando en la cabeza acompañado de la palabra ‘torpe’.

Contentos también con la gente, para la que, me fue dicho, el concierto resultó un poco corto. Cierto es que había mucho público muy leal a priori (es lo que tiene tener buenos amigos), que sobrellevaron el sonido no muy fino de la sala. De hecho, entre los invitados de excepción se encontraba la nunca suficientemente admirada Cayetana Altovoltaje, lamentablemente desaparecida (de momento) de la blogosfera, que acudió desde su (remota) residencia actual junto con un joven que movió a interesada lujuria a varias de mis amigas. En fin, a pesar del referido sonido la cosa se mantuvo bastante bien hasta que llegamos, justo, al ecuador del concierto: la versión de The Monsters, un instrumental con deje garajero que siempre me ha gustado mucho y que empleamos como sonido de base para presentar a la banda. Justo, justo en ese momento, después de haber presentado yo a mis tres compañeros, y cuando iba yo a ser el presentado (empezaba yo el punteo correspondiente), mi amplificador decidió dejar de sonar. A cero. Nada. Justo entonces. Justo a mitad. Vamos, como cuando Fernando Alonso rompe a treinta metros de la bandera a cuadros. Sólo que mi homónimo no es capaz de parar mientras el resto de su escudería sigue rodando, desmontar el motor y montar uno nuevo y seguir corriendo, que es lo que hice yo, que ya tengo una experiencia y me había llevado un ampli de reserva, que monté sobre la propia marcha mientras entre Javier, Pedro y Míchel mantenían la nave en marcha. Sinmarc 4050 -español, de transistores, de 1983-, uno, Hughes & Kettner Tube Edition -alemán, de válvulas, de 2006-, cero. Patético, pero cierto. Segunda vez que me pasa con el mismo cacharro. Última, claro: lo repararé y lo venderé.

Las sorpresas de la noche para el público que conoce a Los Modos desde 1985 fueron tanto la fuerza y expresividad de Javier, nuestro nuevo batería, que procede de palos muy poco pop y aporta por ello miles de matices de luxe, cuanto la potente voz de nuestro nuevo bajista, Pedro, tanto en Sweet Home, Chicago como en My Sharona (que quedó especialmente bien). Aquél es un tema que queda fuera de nuestro canon, pero muy lucido. Éste último es, simplemente, una cuestión generacional.


Y qué más contar. Que fue muy divertido, que acabamos contentos, y que el Triunfo (en el sentido de celebración de la llegada de los generales romanos victoriosos a la metrópoli) se prolongó hasta las cinco de la mañana. Y que nunca hay suficiente rock'n roll. Y que quiero volver a tocar live. Ya. Ya mismo. Donde sea. Acepto sugerencias. Desde hoy. Arghs.



Concierto de Los Modos. Zaragoza, Sala Zeta, 2008-11-01, 21.30, entrada libre.