22 septiembre, 2008

Reconsideración de la música gafapástica

Hace unas fechas la nunca suficientemente bien ponderada Gachas me requería para hacer un comentario de textos acerca de cierto tipo de musicuelas (canciones, intérpretes) que han afectado de manera severa a mucha gente de treinta y cinco para arriba. Se lo debo, pero esto viene bastante bien hilado con el petitum.

Como resulta que Hans está re-lanzado y escucha abudantemente Radio 3*, y MBO, además, se baja cosas de la mula, y oye músicas editadas hace menos de una década , y ya hablamos de grupos gafapasta y de música de modernos de mierda con total desenvoltura, decidimos que nos íbamos a ver al Sr. Chinarro el pasado viernes, que vino a Zaragotham. Todo arrojo, nosotros, puesto que yo recordaba difusamente haber oido alguna cosa -algo de unos tímidos, por ejemplo- y MBO no le había escuchado jamás. Sr. Chinarro. Pop Indie, a decir de los folletos de publicidad de la promotora del evento.


La promotora, sí. La cosa se perpetró a instancias de y en uno de los recintos propiedad de la Obra Social de la CAI. CAI significa Caja de Ahorros de la Inmaculada, hoy Caja Inmaculada. Inmaculada no refiere a la ausencia de mancha o mácula en la gestión crediticia de la Entidad; la referencia es, precisamente, a la Virgen, a la Virgen María, figura de no desdeñable importancia para los católicos, como bien saben todos Vdes. (hasta los más ateos de entre Vdes., coño, que éste es un país serio, y las novias que se casan en el Juzgado o en el Ayuntamiento de Zaragotham pasan a dejarle el ramo a la Virgen del Pilar). Y es que la CAI tiene sus orígenes en la Acción Social Católica, estructura la explicación de cuya contextura ideológica sería un poco complicada de sintetizar en un blog ameno, desenvuelto y dicharachero como éste. Valga decir que las oficinas de la CAI son, básicamente, naranja-y-marrón. No sé si me explico.


Lo del sábado por la tarde (el concierto fue a una hora tan poco pop como las nueve y media), como ven, pues, apuntaba maneras surrealistas. De entrada, al referido salón se accedía previo pago de quince euros (ocho para los clientes de la CAI, circunstancia que no concurre ni en Hans ni en MBO) y ulterior franqueo del paso por una señora, empleada de la referida entidad de crédito sin duda, a quien, visto su torpe aliño indumentario sólo puedo calificar -pobre mujer, esto no es insulto si no mera constatación- de 'rancia'. Acto seguido uno se tropezaba con un señor de mediana edad (ya no cumpliría los cincuenta), ostensiblemente alopécico, que, embutido en traje-de-tergal-de-empleado-de-caja-de-ahorros, saludaba con una efusividad muy de Acción Católica a Antonio-y-Antonio. Si: dos Antonios: uno, el propio Sr. Chinarro. El otro, un chelista que le acompañaba. Finalmente, uno pasaba a la Sala a sentarse. Oh, aberratio aberrationis en términos pop. Eso sí, muy adecuado para el jubilado -evidentemente, ex-empleado de la Entidad- y señora que asistían al evento, con ciertas dudas, qué duda cabe.

Y es que el concierto fue un dúo de guitarra española y chelo acompañando la sola voz del repetido Sr. Voz que desgranaba versos bien traidos, ingeniosos, hermosamente encabalgados, diestramente escritos, sobre músicas muy, muy simples, aderezadas con un mínimo rasgueo escasamente sofisticado de guitarra, todo ello dormitando sobre el colchón del chelo (sensacionalmente tocado, eso si).


Porque, digámoslo claro, Hans y MBO se fueron el sábado por la tarde a lo que viene siendo un concierto de puritito cantautor. Aute, Labordeta, Paco Ibáñez... y el Sr. Chinarro. Con dos cojones. Pop Indie, lo llaman ahora.


En definitiva, esto es lo que esperábamos:



Y esto, lo que encontramos:

Coñas aparte, el concierto nos gustó. Na' que ver con lo esperado, pero gustó.

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* En honor a la verdad, esto lo he hecho siempre. No es de ahora, empecé a escuchar el Diario Pop ('Baila con tu robot...') o 'Esto no es Hawai...!' hace como veinticinco años.

19 septiembre, 2008

A petición del amable público...

... y reiterando que la página contiene sólo material añejo, que está en revisión, en obras, que no me gusta la decoración (como tampoco el naranja cutre de este bló, pero qué le vamos a hacer, la cybertorpeza es siempre un limitante)...


Disfruten Vdes. de un poco de música clásica: retornen por un instante a los ochenta. Con Vdes., Los Modos.

15 septiembre, 2008

¿Caprichoso, yo?


El pasado fin de semana (es decir, no ayer-y-antier, si no el anterior. Vamos, los días seis y siete) fue una cosa un tanto mixta; la noche del viernes transcurrió desaforada y frívolamente. No puedo contar con detalle esto último: cuando alguien con suficiente ascendiente sobre mí vió como empezaba a anotar en una libretilla detallitos para una posterior redacción, fuí fulgurantemente censurado. Hubo chicas divertidas y juguetonas -even dangerous- y un joven, en particular, sumamente ¿cómo decir? atractivo a decir de las féminas juzgadoras. La cosa terminó bien y sin daños para ninguno de los afectados, he de decir.


Al día siguiente nos fuimos a MAD a una boda. El programa de la operación era brillante: AVE a la hora de comer, llegar, minisiesta, ceremonia en una capillita de Las Rozas talmente que si estuviese en el Corn Belt en los USA (sensacional el coro gospel, btw), cena y copas en el propio hotel en que descansábamos. El domingo el plan era parecido pero al revés (comiendo de nuevo en el AVE y sesteando at home).


A pesar de la trasnochada, el tal domingo nos levantamos con renovadas fuerzas, tan renovadas que me estalló un vaso (llamado a contener zumo de naranja natural) en la mano, lo que sirvió para teñir el suelo del buffet de rojo y para que hubiésemos de pasar parte de la mañana dominical en el Gregorio Marañón, manteniendo yo un intercambio de opiniones con la médico de guardia, que concluyó con mi palma de la mano izquierda (nota del autor: soy zurdo) repujada con dos puntos de color azul. Muy fashion. Cuando llegamos a Zaragotham aquella tarde mi hijo aprovechó para salir de su general mutismo y señalar 'parece que, en efecto, el gimnasio te está sirviendo para algo, pero cuida, no sigas escachando vasos'. Hiena.


La semana pasada (es decir, la que concluyó ayer) transcurrió entre que toreaba consecuencias desaforadas de esa no-crisis (a decir del demoníaco Zapatitos) que estamos sufriendo, y dió en concluir mediante un fin de semana no desdeñable. El sábado tarde y noche lo pasamos en La Expo (bebiendo más de lo razonable, he de reconocer. Conforme a mi norma de comportamiento, no deben beberse cocktails antes del anochecer; sin embargo, a las ocho y cuarto estábamos tomando Negronis y Martinis en la terracita de Italia, escuchando a un excelente cuarteto de Jazz), viendo a Calamaro (ahí la cosa pasó a cerveza. Cerveza nepalí. Lo juro) y rematando en el Pabellón de México (margaritas, los demás, y reposado con sangrita y lima, yo).


Y bueno, como ayer por la mañana me quitaron los puntos, y como carpe diem (con dos), decidí que era imprescindible. Mis hijos me tildaron de caprichoso. Los muy perros. Yo sólo sé que me alegro de no haber perdido la movilidad de la siniestra, de manera que, ad celebrationem causa, ha sido inevitable hacerme con ella.

Justo de ese color, justo de ese modelo. Y suena de cojones. Y qué ensayo, ayer tarde, con el nuevo apero. Que lo sepan Vdes.: no tardaré en en colgar la dirección del correspondiente MySpace, en el cual figurarán pormenorizadamente detallados lugar, hora y fecha del bolo del regreso de Los Modos.

Cuídenseme.