18 julio, 2008

De Ciudad Real al 'Ángel Azul'



No sé si le pasa a todo el mundo. Cuando salgo de casa por la mañana se me activa una especie de selector mental de canciones random y hace que suene un tema. Hoy ha sido Marliese, una canción de FISCHER Z, banda a la que -de seguro- no conocerá ni el 15% de mis lectores usuales (básicamente, por una cuestión de edad), canción que invariablemente me lleva a Frau Dietrich, que es una señora que -como es natural y propio para un hombre de bien- siempre me ha gustado mucho.

Y no sé por qué hoy también se me ha cruzado en el camino el bló de Almodóvar. A Peeeeeeeeeeedro no le tenía yo especial simpatía, pero la cosa quedó bien definida cuando constaté su absoluta indecencia ética a través de sus manifestaciones el día del bombazo de la estación de Atocha (todavía estoy esperando que la progresía razonable (¿?) le aplique el correctivo que merece).

Hoy aún es peor la cosa. Ser indigno como es, hoy espeta esto:

Sin la luz con la que Von Sternberg iluminó el rostro de Marlene, Marlene nunca hubiera sido la Dietrich, se habría quedado en una chica socarrona tirando a gordita.

Hoy no se trata de hacer una valoración ética de Almodóvar, quien, siendo crudos, podríamos definir éticamente por lo que fue siempre: una marica* mala de Calzada de Calatrava. A efectos de un tal juicio -ético, insisto- sería por cierto irrelevante que haya hecho algunas buenas películas hace ya bastantes años. Aquí quiero simplemente ponderar su capacidad de percepción estética. ¿Puede ser el gran gurú de la sensibilidad española quien espeta semejante aberración? ¿O simplemente nos encontramos con un telepredicador socarroncete-plano-y-gordo (paradójicamente) de lo hispanocutre?.

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* Y vaya por delante que su orientación sexual (como la de todo el mundo, por cierto) me resulta absolutamente irrelevante. Una marica mala es un tipo muy concreto de persona en la que lo menos importante es de quién se enamora o con quién practica sexo.

17 julio, 2008

Orgullo y perjuicio

Para explicar lo del orgullo debe señalarse que sabido es que todo Mod es por esencia hombre orgulloso de sí. También está dicho que del orgullo y del recuerdo todo lo que puede salir es bueno (1).

Así que este su anfitrión estuvo anoche en el concierto de Paul WELLER. WELLER, The Modfather, el líder de The JAM, uno de mis grupos favoritos de todos los tiempos, el líder de STYLE COUNCIL, una de las bandas más elegantes que navegaron por los ochenta, autor de algunas de las mejores canciones power pop de la historia y tipo de notable honestidad (sin perjuicio de ser mayormente bermejuelo), que, además lleva los cincuenta tacos con mucha donosura, dejó las cosas claras: el puto amo del escenario, a pesar de que no se prodigó con muchos temas de su antigua banda. Sólo Eton Rifles, que es un auténtico himno generacional.

El concierto se celebró en el Anfiteatro de la Expo (obsérvese que todavía no se había mencionado en Vladivostok el Suceso Del Año de la Inmortal Ciudad) en una noche estupenda y con buena temperatura. Además de que el concierto fue grato por sí mismo, me lo pasé bien porque fuí a verlo con Ludwig, mi querido hermano. Mano a mano. Previamente nos pasamos por cierta sidrería donde nos embutimos un muy conveniente chuletoncito fileteado, unos chipirones a la andaluza y unas anchoas en hielo, regadas con una botella de Roda I del 2001 (el recopón). Una cena completamente Montignac, ça se voit. De ese modo enjaezados, entramos al concierto, siendo rápidamente conscientes de que formábamos parte del 5% de personas que sabían a qué iban ahí. El otro 95% no tenía ni puta idea de quién era el rubio del escenario, pero vamos, todo el mundo estaba muy contento, y había borrachos de esos que se atan la cazadora a la cintura y bailan con grandes aspavientos, movimientos espasmódicos y gran riesgo de acometimiento a quienes les rodean.

La cosa es que el concierto se regó de cerveza. Con intensidad.

Y luego no hubo más remedio que pasarse por el Blue Note y tomarse un Gin & Tonic de Citadelle (una ginebra muy bien ponderada en los medios sobre la que, de momento, me reservo la opinión) y terminar de arreglar el mundo, y concluir que en realidad deberíamos habernos dedicado ambos al rock'n roll. Ludwig es un buen teclista y un no desdeñable guitarrista. Un chico Telecaster, no sé si me explico, que debe a su hermano mayor -que coincide que soy yo- su Fender Telecaster, su primera réplica de Tele y su guitarra acústica, mi preciosa Fender Catalina negra que le regalé cuando me fuí de casa de mis padres.

En fin, que para explicar lo del perjuicio no hace falta evocar a Jane AUSTEN. Basta con señalar que esta mañana se me han puesto de punta las consumiciones de ayer, y he recordado que antier cumplí 42 (cosa que celebré -hablando de todo un poco- cenando en el pabellón de Francia de la Expo y cantando La Marsellaise. Y sí, Iván, si: algo afrancesados si que es uno...). Y que hay que ir teniendo medida si al día siguiente es día de hacienda.
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(1) Los FLECHAZOS, No voy a cambiar

14 julio, 2008

XLII

42
Y no tengo más que decir.

Salvo que, a pesar de esta edad provecta en la que entro en el día de hoy, mi vida sigue pletórica.

Espero disponer de algo de tiempo para contarles a todos Vdes. que leo Las Benévolas (la puta bomba. Tal vez la mejor novela que he leido en los últimos diez años o así), que voy casi cada día al gimnasio para evitar matar a alguien (alguien inconcreto, no piensen Vdes.), que Zaragotham es una sucursal climática del Aleph (tenemos todos los días todos los climas yuxtapuestos: el copón). Que he recibido un galardón de las manos de las nunca suficientemente bien ponderadas Sue & Copycat, que me ha hecho mucha ilusión. Que tengo una página de cuaderno por casa llena de anotaciones de cosas que contar en el bló.

Y que, dadas las circunstancias, y una vez más, convendrá empezar a ensayar la posición de los touaregs en el desierto cuando llega la tormenta de arena. Es una recomendación que les hace su amigo Hans. Aunque también puede uno tomárselo como Juan, como una oportunidad.