Esta tarde.
Salgo del andamio/mina hacia las 20.30, después de mucha faena de aliño, trabajo de muleta, pases, entrada a matar y vuelta al ruedo. Vamos bien, si.
Llamo al mando. ¿Una cerveza de terraza, tal vez? Zaragotham luce sus mejores galas primaverales: no durará mucho más, júrenlo Vdes. sin miedo al perjurio. Imposible: cargas familiares and so on. Ok. Me acerco a ECI, aka el tajo británico, planta discos, busco Neverland de Cindy Bullens en el ánimo de transcribir a Vdes. esta noche (soit, ahora) el texto de una de las más desesperanzadas y hermosas canciones que conozco. Ni hostias, claro: material para iniciados, ergo va a ser que no. Con dos.
Quejoso, me bajo al Super a hacerme con media docena de botellitas de Alberdi 2000, un producto de lo más recomendable, de lo menos arriesgado: de lo más adecuado en un día en que lo que yo quería era adiestrarles a Vdes. en la zozobra espiritual. En no siendo posible, hagámosnos con un asidero sensato. Viña Alberdi, pues.
Elijo. Cojo. Pago. Salgo. Camino. Resbalo. Me la pego. Crasch. 1/6 de mis adquisiciones vínicas a hacer gárgaras. 1/2 de mis compras de mermelada de frambuesa (inconfeso vicio) a hacer puñetas. 1.95 de individuo de traje azul marino con raya diplomática desparramado por los suelos de la Calle San Miguel de Zaragotham. Mal. Dolor anímico (qué mal queda caerse). Dolor físico (en lo que viene a ser el culo). Cabreo por las roturas. Y además... ¿qué coño hago ahora? Las dos bolsas de El Corte Inglés tienen, cada una de ellas, su cuota parte de destrucción vítrea. Joder.
De repente, una voz femenina y juvenil a mi espalda. "Perdone: he visto lo que le ha pasado. En el hotel de aquí al lado me han dado esta bolsa que quizá le sirva". Vuélvome. Conozco a la chica: es una modelo de esta ciudad a la que conozco un poco de toda la vida, a la que -naturalmente- jamás he dirigido la palabra y a la que contesto -naturalmente- manteniendo el tratamiento de 'Usted', agradeciéndole su amabilidad (y aquí no hay coña: me sorprende gratísimamente que esta chica, que naturalmente no sabe quién soy y con quien jamás hablé, sea tan atenta. A tener en cuenta: además de muy guapa, una mujer amable y preocupada por los demás, cuando los demás se ofrecen en su versión 'pringao-que-patina-y-escacha-botellas-de tinto-por-la-rué').
Fin de semana de holganza-y-boda éste pasado en las tierras sevillanas, alojados en el Hotel Rural La Encina, un lugar que es la antítesis del tópico. Antonia y Enrique (Les proprietaires) le tratan a uno como a un hijo (casi mejor, de hecho) en un ambiente perfecto en sosiego, claridad, silencio. Enrique, incluso, me deja su ordenador (aunque hay una red wi-fi, yo, dejado de mí, me lo dejé en Zaragotham). Y qué molletes de desayuno, con su aceitito y su jamón, Dios Santo.
San Jorge, Fiesta en Aragón: el Patrón. Boda en Andalucía, al lado de Sevilla. Gran fiesta. Chaparrón de proporciones tropicales: pobre novia, pobre de mí que ya antes, ya en la Ceremonia, dudé: tres niñas iguales había, sólo que sólo una vestía de blanco nupcial. Trillizas no, pero casi.
El regreso, ayer, parando a comer en Alcalá -el viaje se verificó en esa especie de acorazado sobre ruedas que constituye el coche familiar- en un lugar infame en la Calle Porticada: atiende por Casa Nino: compendio de toda suerte de males restaurantiles: mal servicio, mala comida, mal lugar, mal precio, mal TODO. Nefasto: paradigma del cutrerío patrio, incluyendo la partida de mus berreante à coté.
Lecturas: Por un lado, el último Hornblower (Hornblower y el Hotspur) y Profundidades, de Mankell, a la que ya me referí con anterioridad. Lo primero, material para encoñados de las guerras napoleónicas en versión naval. Chulo, pero sólo para adictos. De verdad. Una especie de Sharpe, pero con vocabulario técnico, lo que es un poco complicado para según quién. Lo segundo, sorprendente: biografía de un hidrógrafo psicópata sueco en octubre de 1914. Sólo puedo decir que Don Henning se ha superado a sí mismo localizando espacios, tiempos y circunstancias vitales para justificar un adecuado suicidio, o así. Me ha gustado, pero no hay huevos para recomendarlo, la verdad.