09 noviembre, 2007

Soliloquio

Estando como está mi querida suegra recién operada, MBO viaja a Sevilla; lo hizo con ocasión de la intervención hace como un par de semanas, lo ha hecho hoy, hasta el lunes. 'Coñazo de viaje', dice, 'y encima con el desastre de la línea de BCN ni siquiera cumplen su compromiso de puntualidad ni reintegran el importe del billete. Para más INRI, se me ha descargado el I-Pod y no llevo cargador'.

Solo como estoy, después de haber salido del despacho (sesión mañana) a las 17.00 para comer cualquier cosa con mi querido colaborador (que ha aguantado el tirón desde las 08.00 magníficamente), y haberme encerrado en la mina de nuevo a las 17.45, a las 21.00 he decidido ir a la presentación de un libro de poemas: NN, de Julio ESPINOSA GUERRA. No crean mis escasos pero selectos lectores que Hans es un lector habitual de poesía. Creo que ya lo he dicho aquí. La poesía que he leído ha sido muy desordenadamente seleccionada: la función que para los liricófilos tiene la poesía la tiene para mí la música, con la ventaja adicional de que es muchísimo más abstracta, per se, y de que si los textos están bien pergeñados, el placer es doble; esto es una digresión, claro: lo importante es que mi conocimiento de la poesía es torpe e inexperto, incompleto. Desconozco obviedades. Sé que me gustan más los poetas más recientes (siempre que no evoquen 'el semen podrido de los piratas', que escribía cierto cretino al que califiqué -en 1987, creo recordar-, acto seguido, de 'helminto irredento'. Es ése uno de mis más insultos más brillantes en términos de sonoridad, y, sin embargo, no he vuelto a aplicárselo a nadie, por respeto a la memoria de semejante elemento, hoy Inspector de Hacienda, por cierto), y sé que me gustan más porque, quiero pensar, son más conscientes del ridículo de la poesía sensiblera, y además -los buenos- son mejores administrando palabras e imágenes.

NN es una cosa curiosa. Es un texto denso, con mucho Lacan y Derrida par tout. El escritor, un joven chileno, evidentemente un tipo inteligente, cuestiona, o más bien rechaza, la posibilidad de que el lenguaje tenga alguna eficacia en términos de relación con la realidad, cosa que está bien; y seguidamente determina qué es y qué no es poesía... y, me atrevería a decir, con la estructura que plantea le pega dos tiros a la posibilidad de volver a escribir un solo poema. En fín, el verá.

Me voy a permitir transcribir un texto que me ha gustado al margen del contexto en que se inserta: sólo clavo aquí estos cinco versos porque la imagen es hermosa:

Q
Paciencia de una mano
que intenta llenar de canicas
el agujero del tiempo
hasta colapsarlo
de transparencia.

Ésta es la poética del autor, y, así, la cosa es perfecta. Pero, como digo, mi análisis es mucho más pedestre: sospecho que la misma selección de este texto evidencia qué busco yo en los poemas: busco ideas para textos para canciones.

El libro tiene también un poema, R, donde se refiere a los críticos, pero hoy seré bueno y no lo transcribiré. Gloria pura, oigan.

Dicho todo lo anterior: en mi mesilla reposa con la Conferencia sobre ética de WITTGENSTEIN, (innegable curiosidad por ver qué puede decir W. sobre ello), y con otra novela de Joseph WAMBAUGH (si, el autor de Hollywood Station), Los nuevos centuriones, que devoro conforme a mis usos habituales. Ésta es su primera novela (1970), y me gusta mucho; es curioso leer primero la última novela y luego la primera, y constatar cómo ha evolucionado... aunque la esencia es la misma: exactamente la misma. Por ello, ha de ser recomendada a Silvia y a Juan.

Otro libro que debería recomendar aquí es Antes de ser Héroes, de Míchel ROYO. El heróico renacimiento ha tenido muy diversos efectos colaterales: uno, por ejemplo, que El Mar no cesa está en casi todos los hogares burgueses de la Patria. Otro, que dos periodistas de Zaragotham (el ya citado y un señor que se llama Matías) hayan escritos sendos libros acerca de la banda en cuestión. La carrera la ganó Míchel.

La recomendación, claro está, está condicionada por el afecto que el protolector tenga por la banda. O por ver qué aspecto teníamos hace veinte o veintidós años, claro.

Míchel ROYO trabajó en tiempos para El Periódico; el otro es el capo di tutti capi musical en El Heraldo de Oregón, ese gran periódico, ese determinante existencial de la vida en Zaragotham y de toda la Corona de Aragón, sección residuos finiseculares (Nota al margen: los proetarras han exigido añadir a la Gran Patria Vasca Ejea de los Caballeros, casi toda la Rioja y alguna cosa más; por su lado, la Catalunya trionfant que tornará a ser rica y plena muestra voluntad de avanzar por tal camino de riqueza y plenitud gracias a las incorporaciones de la Franja fragatina, caspolina y blablabla. Oregón acabará por ser un estado sin territorio, como en nuestros ejercicios intelectuales de Derecho Internacional).

Bueno, a lo que íbamos. Como quiera que Matías lleva escribiendo en el Heraldo años acerca de musiquillas (y por cierto, constituido en autoridad al respecto, casi en situación de Maestà), sospecho que ha cogido sus viejos artículos, ha hecho un recorta, pega y colorea, y les ha dado forma de libro; he de comprarlo para confirmar esto, pero como ya he leÍdo alguna cosa suya previa y conozco el procedimiento (que tiene como fruto volúmenes trufaditos de errores y temerarias afirmaciones relativas a cosas que no conoció, o conoció de oidas) me puedo permitir decir lo anterior. Sin embargo, Míchel se ha pegado la panzada padre de entrevistar a montones de los individuos que estuvimos por ahí en esos años dorados (juás). Un muy buen trabajo periodístico con mucha foto, rescatada pacientemente de mucha colección privada. Me lo he pasado muy bien leyéndolo, porque además está muy bien escrito: periodismo de investigación (por pequeña que ésta sea) hecho conforme Dios manda. Me ha gustado mucho que mis hijas lo lean y se sorprendan. Y es que todo padre tiene un pasado y le gusta que su progenie lo conozca. Gracias por eso, Míchel.

3 comentarios:

Awake at last dijo...

Tanto trabajo no puede ser bueno...

Mks.

Sue dijo...

A ver si veo el libro de Míchel, que tiene que estar chulo, y más si sales tú. :D

Anónimo dijo...

No sabía que conocías a Michel o a Mich Rigabert... Hace mucho que no sé de él y de su inseparable José Azul, a quien quise tanto...

Un saludo.