28 enero, 2007

Orden y concierto.

Cada tanto se hablaba en este su bló de cosas del placer de los sentidos (y pensé en hacer una crítica del Isle of Jura 1984, 19 y.o., pero lo dejaré para otro día, que acabo de empezar la botella), y en particular de vinos. Antes que lo olvide -ah, memoria perniciosa-, y como estoy bastante seguro de que no oiréis hablar de él con facilidad (es un vino de producción corta procedente de una zona que en general desconoceréis), he de mencionar el Murero 2003.

Por delante vaya que si a alguien se le ocurre denominar a la sociedad propietaria de una bodega algo como Vinae Mureri, de inmediato echo la mano al revólver. En los últimos tiempos, en mi zona de influencia, en cuanto alguien tiene un poco de pasta, se tira en plancha a hacerse una bodega, y como no es cuestión llamarle Bodegas Pepito o Bodegas HerGar (si, lo han adivinado, de Hernández García), la cosa se está poniendo muy puñetera. En este caso, se me han puesto pedantolatinosillos, qué se le va a hacer.

La cosa es que han instalado la Bodega de tan pretencioso nombre y que produce el citado Murero (Es un Vino de la Tierra de la Ribera del Jiloca cuyo origen está garantizado por la Interprofesional correspondiente. No hay D.O.) exactamente donde Cristo perdió el gorro. Además, debo decir -aunque según quién lea esto igual tengo problemas- que los vinos de la comarca de Daroca han existido con más pena que gloria. MUCHÍSIMA MÁS PENA. Vamos, que la mayor proximidad tolerable de ellos en relación a una copa es previo su paso por la alcoholera para reconvertirlos en alcohol para sacarle brillo a la barra sobre la que se deposite la citada copa.

Y sin embargo, debo decir que esto está rico, muy rico: redondo, con poderosos aromas y fuerza. Aquellos que gustéis de los Riberas de cierta enjundia -los Emilio Moro buenos de los años buenos, por ejemplo- os encontraréis bien con él. No os aburro con la ficha de cata: si queréis, aquí hay una con cuyas conclusiones coincido, en general (salvo con lo de 'cuerpo medio', claro). No creo que valga lo que cuesta: 18 EUR aprox., por lo que ví el otro día en mi tienda de vinos de cabecera a donde acudí en busca de información acerca de la Bodega y sus otros productos (de los que me procuré ejemplares, el primero de los cuales, Muret 2004, no tiene demasiado interés. También en más moderado en precio). Y es que por menos de esas tres mil pesetazas uno puede comprar una botella de Viña Ardanza, y creo que con eso está todo dicho.
No podía recordar quién me regaló la botella, aunque diría yo que es un regalo procedente de nuestra fiesta de cumpleaños. En fin, a lo que iba: que el otro día, poniendo orden en la cava, la encontré entre medio de cosas que nada tenían que ver ni por edad ni por D.O. ni por tipo de uva, y la saqué con la sana idea de pimplármela y, a la vez que experimentaba un poco, recuperar el buen orden que ha de imperar en toda bodega de bien. Por cierto, ahí dejo una fotito del artefacto que mantiene en buenas y debidas condiciones de orden, presión y temperatura a mis apreciadas botelluelas. Arriba los grandes vinos, seguidamente los reservas, crianzas y abajo los blancos, generosos, champagnes, cavas. Hasta una botella de rosado hay, por si alguno de mis invitados tiene el valor de osar pedírmelo. El Murero, que descuadraba la armonía, está ahora donde debe estar. Inside us :-D.

Siguiendo con lo del orden, la conclusión (en rigor: la casi conclusión: aún tienen que poner una moldura, instalar unas patas más bajas en la mesa de centro, entregarnos el cuadro de que ya hablé en su momento, cosas así) de las obras del salón ha dado lugar a la recolocación -en orden impecable- en el nuevo armario de la cristalería, lo que me ha llevado asímismo a darme cuenta que, si bien tengo dieciocho copas de martini -un poco excesivo, la verdad- mi stock de copas de borgoña ha sido peligrosísimamente acortado por obra de la joven colaboradora hogareña V., que va pujando para hacerse con el título de Medium Destroyer (Littl' Destroyer era Mari, una señora que venía a ayudar a casa de mis padres). De las veinticuatro copas bordelesas que se emplean todos los días, queda una (llegaron a casa hace dos o tres navidades). De las copas de borgoña regaladas cuando nos casamos no queda ni una; ese juego -de doce- hubo de ser sustituido por otro -también de doce-, y ahora vamos por el tercero: he creido ver que quedan ocho. O esta tía es muy bestia, o le damos demasiado al tinto, no sé yo que pensar. Dado que las copas de agua llevan una evolución parecida, debería elegir la opción 'a'.

Y bueno, no os pongo una foto del prodigioso orden de mi armario, que ha quedado de dulce con los trajes en el cuerpo de la derecha (ordenados por colores), las cobatas y camisas clásicas (mon to fri) en el del centro (también por colores) y los pantalones y camisas de güiken a la izquierda. Y las perchas todas colocadas en la misma dirección. Todo está como debe estar.

¿Obedecerá esta coña-manía de orden a la necesidad de compensar la situación pelín caótica de mi vida fuera de casa?. Como diría Lorza Girl: Jo.

Dicho todo lo anterior: ayer noche, concierto. Un concierto, Ráscale, Guille, en homenaje a Guille MARTÍN, guitarrista que fue de la banda de Calamaro, de la de Loquillo y líder de los Desperados junto con su hermano. Guille vivía en Zaragotham y tenía cuarenta y tres años. Murió el dieciocho de agosto como consecuencia de una metástasis tremebunda. Estaba casado con la hermana pequeña de unas buenas amigas nuestras. Siempre me ha parecido un poco gilipollas esa costumbre de hablar bien de las personas cuando están muertos (costumbre muy española, por otra parte), pero lo cierto es que este tipo me daba la sensación de ser buena gente de verdad, aparte de un guitarrista de cojones. Le ví por última vez en un concierto del Loco (él ya estaba muy perjudicado, pero hiló una actuación excelente). Y buena gente debía ser, porque anoche subieron al escenario, entre las 21.00 (empezó puntual) y las 03.45 practicamente todos los grupos con los que había tocado y muchos amigos suyos: el Loco, pero también Pereza o Amaral (y de los cuatro, Eva, Juan y dos dos jovencitos de Pereza he de decir, pese a mis habituales reservas, que olé por ellos: se 'mancharon las manos' a modo, tocando no sólo lo suyo en plan divo, si no acompañando a otras bandas a la guitarra y al bajo, haciendo voces, etc. Se lo curraron de firme todo a lo largo del concierto), La Frontera, Jaime Gabinete Urrutia, y muchas, muchísimas bandas más. A destacar Aurora Beltrán acompañada por Gabriel Sopeña (co-compositor de uno de los mejores temas de la historia del rock and roll en España, Apuesta por el Rock'n Roll), que tocaron, pura voz y dos acústicas, un tema compuesto para la ocasión muy muy chulo. Por cierto: la recaudación era para ASPANOA, una asociación de padres de niños con cuadros oncológicos. Una organización formidable consiguió que las transiciones entre bandas no fuesen un coñazo, aunque el sonido se resintió, como no podía ser menos. Faltó, para mi gusto, un poco más de rock'n roll. Pero es igual: estuvo chulo. Y además, las camisetas homenaje del concierto estaban en versión hombre y mujer, cosa que a MBO le encantó. Hoy la ha estrenado.

Concierto RÁSCALE, GUILLE. Sala Multiusos (Zaragotham), 26/01/2007, 21.00. Homenaje a Guille Martín a beneficio de ASPANOA. 5.00 EUR.


23 enero, 2007

A mes casi vencido.

Concluyo El último trayecto de Horacio Dos, de Eduardo MENDOZA (2004), libro con el que me hice por pura casualidad el otro día en un cajón de rebajas de El Corte Inglés: libros booklet (montones de ellos) a cinco euros unidad, tres por dos. Luego dicen que leer no es un hábito baratísimo. Conociendo la estrategia de las editoriales y lo caro que les resulta estocar libros que ya no están en el candelabro... En fin, yo alucino.

MBO me regala La guerra de los Boers (Winston S. CHURCHILL. Si, ese gran hombre, ese político preclaro, todo civilización y britanicidad -¿no es acaso una redundancia?-, ese conocedor tan avant la lettre del uso de campos de concentración) y me recoge La Máquina de Ajedrez de Robert LÖHR de mis libreros de cámara (un libro que había encargado a la vista de una crítica publicada no sé dónde).

Sobrevuelo con interés menor Peregrinatio de Matilde ASENSI (algún día habría que hacer una exégesis del concepto libro-de-wáter) y picoteo entre varios libros a medio leer que sin acabar de convencerme, engancharme o resultarme sugestivos de algún modo se amontonan en mi mesilla.

Y releo alguna entrada, alguna vieja entrada de este blog (¿un año? ¿nueve meses?) y sus comentarios, y me gusto más, y me gusta más.

A lo mejor es que este es un momento idiota del ciclo de trescientos sesenta y cinco días, poco sol, demasiada niebla, el anticlímax del post treinta y uno de diciembre, al que como siempre se llegó como al tatatatachán final de las óperas de Wagner: acelerada y ruidosamente. En honor a la verdad, y gracias al ventarrón del norte que esta noche ha azotado a Zaragotham, hemos despertado con un frio pelón y con un cielo hermosamente despejado. Un status de esta ciudad que siempre me gusta mucho.
Tal vez por eso me tiro a hablar de libros -de novelas, rectius-, porque mi vida discurre con bastantes relatividades, pero con pocas relatabilidades (se me ocurren descripciones o anécdotas basadas en diversos sucedidos-coñazo, pero, francamente, me bastante poco tonto hacer ejercicios de estilo con pestiños ininteresantes). Estupideces como lo de la casi-destrucción del sistema eléctrico de mi apero. Si, yo, el gran piloto, hay que joderse.

A lo mejor sería cosa de contar que mi letra es cada vez más ilegible (al menos dos personas la sufren a diario), aunque en este preciso instante (es decir, en el momento de tomar las notas en que se basa esta entrada) estoy escribiendo, tinta verde, con uno de los instrumentos más hermosos que jamás utilicé: razón aquí.

Leo mis blogs favoritos (los que están por ahí abajo, en la columna de la derecha, y alguno más que me da pereza linkar) y a la gente le pasan cosas. A mí los días, las semanas, se me pasan a todo gas, sin apenas conciencia. Mi nueva situación ha empeorado la sobrecarga laboral (punto negativo) pero a cambio cenamos juntos los cinco -los seis, para ser exactos: un primo de MBO está viviendo en casa- cada día (punto positivo). En casa se ve el jurgo en la tele las noches en que tan lamentable espectáculo se esparce por las ondas, y ello como consecuencia del apoyo moral que UPMM ha recabado del susodicho primo, cosa que, conceptualmente, debería crearme úlceras gástricas ("¿jurgo en Domus Hansis? Jamás!"), pero que, para ser francos, me da lo mismo. Cosas veredes.

¿Más que contar? Sí: los decoradores han concluído las instalasiones en nuestro salón y los de las mudanzas se han llevado los muebles anteriores (rayando el parquet recién acuchillado: rayos salían de los ojos de MBO al descubrir el hecho). Cuando el día treinta y uno de enero concluya la exposición de cierto pintor llegará a casa un lienzo MUY grande que, ocupando una pared él solo, será el sello final de Domus Hansis v. 2.0. Por fin.

Si tuviese ganas y la vis cómica de alguno de vosotros podría cascarme una entrada seudofilosófica acerca del problema estructural de los packs de cuatro yogures cada uno de un sabor, pero no me sale. Podría también explicaros cómo es el destello que crea la fábrica de arcoiris en mi estudio, lo efímero de la hora en que los rayos del sol inciden directamente sobre el prisma generador que gira, oh, ecología, gracias a una pequeña placa solar, pero de arcoiris (¿arcoírises?) ya escribió Juan ayer.

Así que dejo esta entrada tan sosa como debido testimonio del principio de la tercera semana del primer mes del año del señor de 2007.

14 enero, 2007

Running with scissors

O, dicho de otra manera, Recortes de mi vida, de Augusten BORROUGHS.

Aquellos de vosotros que tengáis una cierta conciencia de lo que es la literatura americana, perdón, norteamericana, perdón, estadounidense, sabréis que en ella hay un par de flancos o más bien tres; uno, cubierto por aquellos que evidencian de un modo u otro su condición de británicos frustrados; por otra parte, están los otros (check next issue, please); y finalmente están los que describen lo que en realidad son los U.S.A.: descriptores de la chaladura, o sea. Los USA son el único lugar del universo donde uno puede ser un poeta, un megafascista y un patriota (en el sentido democrático del término, y si no entiendes esto háztelo mirar) al tiempo, no sé si me explico.

En fin, es lo mismo; a los efectos de mi análisis, lo importante es que uno puede ser un súper-escritor -brillante, genial- y a la vez un torturador (coñazificador) de estudiantes de secundaria: un ejemplo, SALINGER. Se me dirá que Cela cabría en esa descripción (todos nos hemos tenido que chapar lo de la Alcarria o el Pascual Duarte a los quince o dieciséis), pero es falso: Cela era un individuo que absorbía agua por el ano, estaba obsesionado con arrejuntarse con una individua más joven que él e hipotéticamente revestida charme (cosa que también le pudo pasar a BORGES, sólo que éste SI era un genio, no como el tipo ése con pinta de Mr. Pump -y asumo que esto es una cita para hergéfilos de alto voltaje-) y aún pretender el Nobel, cosa ésta última que en si misma no está mal per se, pero que le deja a la altura del betún si se le compara con un tipo que apenas se muestra en público, y a quien el hecho de que su novela sea el modelo a exponer a los adolescentes se la trae al pairo. Cela tiene alguna cosa escrita muy merecible, cierto, pero en esencia es más bien innecesario, sobre todo a partir del punto en que empieza a estar más preocupado del diámetro de su panza a efectos de que el chaqué le quepa; bref, lo cierto y verdad es que mucho de lo que escribió carece en términos absolutos de interés. Borges era formidable. Cela es un tipo cuyo prestigio se construyó, básicamente, a golpes de pedo, al menos si se toma en consideración a la gente viva hoy en día.

En fin, todo lo anterior para preludiar una sucinta crítica de un libro que me ha dado para dos sentadas. Recortes de mi vida, de Augusten BORROUGHS, como dije. Hoy pretendía hablar de este fin de semana parcialmente esquiado en Cerler, y abrigaba una cierta necesidad de explicaros lo de la renacentismidad que a todo hombre de bien debe acudirle, pero vamos a dejarlo estar, que no es cuestión de mixtificar tanto, tanto. Quería hablar también de los móviles de los hijos adolescentes, pero para qué. E incluso de qué es Caol Ila, pero eso sería definitivamente innecesario aquí, ahora, hoy.

Sin embargo, antes de que se ponga de moda hablar de la imposible novela de que quiero hablar es imprescindible hacer una exégesis. Sobre todo porque si no Dwalks me crujirá, que lo sé yo.

John IRVING es un tipo que no escribe mal, sólo que en España era bastante poco conocido cuando yo leí lo primero suyo que cayó en mis manos, A Prayer For Owen Meany, traducido como 'Oración por Owen'. Seguro que habréis visto alguna de las películas basadas en sus novelas (con los años, supe que el amigo Irving era un best seller absoluto en los US. También supe que era un pelín recurrente en cuanto al uso de sus angustias de fondo a la hora de basar sus numerosos e improbables argumentos): lo de la Casa de la Sidra, Príncipes de Maine, Reyes de Nueva Inglaterra. Había también una película basada en el Owen Meany, pero daba grima, considerando que se basaba en una de las mejores novelas que yo leí en los ochenta (y está publicada en Octubre de 1989). En leyendo, me juego algo a que habréis disfrutado con El Mundo Según Garp.

En fin, a lo que iba. Parece que Annete Bening y Gwyneth Paltrow, junto con Joseph Fiennes y Alec Baldwin van a protagonizar una película basada en Recortes de mi vida. Y la verdad es que la novela, escrita por un tipo de más o menos mi edad, supuestamente autobiográfica, es una especie de relato escrito por Irving muy, MUY pasado de tripis. A primera vista, uno piensa que tanto desafuero es imposible (lo que la novela cuenta es la autobiografía de un chaval gay que recién entrado en la adolescencia ve como sus padres -él alcohólico, ella lesbiana- se separan con previo riesgo de mutuo homicidio y él aterriza en la casa del psiquiatra de su madre -que finalmente le prohijará- , cuyo hijo adoptivo de treinta y tantos, igualmente homosexual le iniciará en los correspondientes secretos sexuales, mientras Augusten vive en el perfecto y absoluto caos contextual de la casa del psiquiatra (Dr. Finch, por cierto), descubriendo entre otras -muchas- cosas que desea ser propietario de un emporio de productos capilares.

La novela -¿autobiografía?- tiene notables valores, sin perjuicio de un exceso escatológico que a mí, francamente, me jode. Pero me ha gustado, qué coño, me ha gustado mucho. Eso no es lo más importante, no obstante, que os quiero contar hoy. Leyéndolo (por cierto, en tres sentadas: lo compré el viernes en Los Portadores de Sueños, ese lugar excelso, y esta mañana la he concluido) me he puesto a pensar en el garaje de mi amigo Dino, hijo de un piloto yanky que tenía un chalet cerca del de mis padres, en cuyo garaje, donde descansaba un Ford Torino igual que el de Starsky, se escupió a mis ojos la capacidad de derroche de los estados unidos -la minúscula es intencionada- y en cuya cocina y salón ví el desastre familiar de una familia yanky -desestructura, falta de la limpieza normal en una casa española, grandes cajas de helado tiradas por todas partes...), aunque en el matrimonio él fuese un chicano con cara de lagarto y gafas Ray-Ban de pera de esas que años más tarde llevaron todos los macarras, y ella la sorianita cutre que se dejó follar en un aterrizaje en la base americana de Zaragotham. Y aunque mi amigo tuviese una beisbolera de cuero de las de verdad. Me ha hecho pensar en los usa setenteros, en Jimmy Carter y sus cacahuetes, en la cutrez esencial de los setenta (cuando veo unos cuellos de camisa de quince centímetros echo la mano al revólver, las lentejuelas me dan arcadas...), en Kiss, en Reagan financiando a Irán contra la URSS...

El libro, que se pretende autobiográfico (insisto en la duda, que me hace evidentemente censurable por burgués. La verdad es que me resulta excesivo tanto desafuero. Cuando lea la primera entrevista o las primeras evidencias poniendo de manifiesto que el libro SI es plenamente memorioso, igual me veo obligado a dejar una nota aquí en pública muestra de vergüenza) es ingenioso, si se sabe de qué habla cuando se habla de un Volkswagen Coupé desde la perspectiva de los setenta, o un Pinto (y su explotabilidad), o si uno puede analizar qué es un sedán Mercedes diesel a los ojos de un adolescente yanky de principios de los ochenta.

Lo que ni por el forro diría yo de Recortes de mi vida es que se trata de unas "memorias horriblemente divertidas y mordientes". Hace falta estar muy torrado para pensar eso, o que es una "hilarante crónica" o "irresistiblemente cómica". Pero no dejéis de leerla. Es IMPOSIBLE que en Estados Unidos alguien tenga los cojones (mejor: las gónadas) para dirigir y producir una película que realmente refleje ni siquiera el 75% del libro.

09 enero, 2007

Primera semana del 2007

Los niños regresaron el pasado cuatro de sus vacaciones hispalenses para recibir la visita de Sus Majestades Los Reyes Magos de Oriente. Qué coño, maravilloso -a pesar de mi navitofobia- sólo por verles la cara a los tres: hasta a UPMM con sus quince años le sigue haciendo mucha ilusión recibir regalos que desea. Qué decir de UPFm, que pegaba saltos de emoción la noche anterior (sigue creyendo) y de UPFM, completamente fascinada con su deseadísima ipod nano, y que ha regresado de Sevilla con una New Year Resolution cojonuda: dejar de ser elemento distorsionador y pasar a pacificadora de la nueva era. A.E., el otro día casi se me cae la lagrimita cuando, sentados en la mesa de la cena, QL y yo tuvimos un pequeño rifirrafe y ella lo paró con lo siguiente ”Eh, eh: yo me porto bien y no pongo más caras de asesina, pero vosotros tampoco tenéis que poneros malas caras”. Increíble, lo de la maduración.

En fin, que la Reina Maga (QL) y el Paje-Peláez-Consorte (que coincide que soy yo) nos hemos aplicado. No os aburriré con los diversos avatares de la compra de regalos, salvo con el porte de un piano eléctrico para UPFm (el neotrattore ha evidenciado ser muy capaz, btw), que casi me cuesta la espalda en el intento de camuflarlo hasta la mañana del día seis. Todo por ver el bote que pego mi pequeña.

Antes de la llegada de la infancia, vimos Banderas de nuestros padres. Yo a Mr. EASTWOOD le tengo Ley. Me parece un buen actor y un dignísimo Director. Además, me gustan las películas bélicas. Y ésta es un excelente ejemplo del género. Si además está producida por Spielberg, pues mejor que mejor, porque éste último aporta la cosa espectacular. La anécdota es simple y conocida: la manipulación de la foto de los marines levantando la bandera en lo alto del Monte Suribachi, en Iwo Jima después de una lucha feroz por la toma del jodido islote nipón, que costó vidas innumerables a ambos bandos.

Banderas de nuestros padres está justo en medio de Salvad al soldado Ryan (una obra maestra del género) y La delgada línea roja (un coñazo ilimitado). Evidentemente, Banderas… no tiene nada de coñazo, pero tiene algunos tempos morosos de introspección que me recuerdan a aquélla, ritmos que son muy Eastwood si uno lo piensa. La película está excelentemente ambientada en toda la parte no bélica (que es bastante: en realidad, la película no se centra tanto en la toma de Iwo Jima como en los efectos de la ya citada manipulación sobre los actores de ésta, y eso sucede en los Estados Unidos. Juega con dignidad al juego del hijo redescubridor de su padre semiheróico como investigador de la historia, y me parece que transmite un ejemplo sensacional en cuanto a la relativización de las heroicidades (supuestas) y la estupidez de las guerras. Va bien también para reflexionar –aunque no sea una reflexión ni demasiado origina ni novedosa- acerca de las manipulaciones mediáticas.

En fin: que si os apetece, vayáis a verla. Creo que es una buena película.

Leo Muerte de una Heroína Roja, de Qui XIOLONG (¿O sería QUI Xiolong?¿alguien sabe si el apellido, es decir, lo mayusculizable, es la primera palabra o la segunda, en el caso de un chino? Ah, dudas de la globalización…). Una muy curiosa novela policíaca ambientada en la China Comunista de principios de los Noventa, que recomiendo específicamente a Dwalks, que se sentirá muy ubicado. Me ha gustado mucho, aunque desde luego mantengo mi sospecha de que no entenderemos jamás nada de los chinos. Me ha hecho gracia ver la moralina socialista, y me refiero tanto a la específicamente sexual como a la potencia de la corrección política, el miedo a los comisarios políticos y la omnipresencia de delatores profesionales. Todo muy propio de la esencia hozimartillada. La progresía debería empaparse, jisjisjis.

Como ya es sabido, la reciente mutación de mi situación profesional –o, al menos, del cincuenta por ciento de ella- ha conllevado el abandono de mi cómoda situación geográfica en relación con el trabajo: vivo a siete minutos andando del despacho en que realizaba ese cincuenta por ciento de actividad, pero ahora, dos o tres días a la semana, tengo que hacerme setenta y cinco kilómetros de ida y otros tantos de vuelta en coche a la otra sede. Dommage.

Como consecuencia de ese hecho (combinada con mi presunto peso del pie derecho), un amable miembro de la Benemérita tuvo a bien arretratarme el otro día, mientras cometía –presuntamente- una infracción de tráfico. De ahí la historia de los tres puntos.

Naturalmente, una vez beneficiado con la receta correspondiente, he vuelto a mis sanas costumbres de morigeración. Vamos, que respeto las normas de circulación y en especial los límites de velocidad como si me fuera en ello la vida.

Y, ¿sabéis? A lo mejor el guardia, en efecto, me hizo un favor. Un favor gordo, si se ve combinado con una rara intuición.

Ayer por la noche –eran como las nueve- regresaba de mi destierro a tiempo parcial a unos prudentes ciento diez kilómetros por hora, muy tranquilo y pensando en mis cosas, sobre un fondo musical de The Jam. Llevaba un camión delante, y por tanto llevaba las luces de cruce mientras lo adelantaba. Concluida la maniobra, seguí con las cortas. Era una decisión consciente: había un coche bastante más adelante y pensé que iba a incordiarle.

Y sin embargo, un par de minutos más tarde –y no tengo idea de por qué- se me ocurrió encender las largas un momento.

Los focos iluminaron una pareja de mastines que estaban copulando parados en medio de la vía, muy poco más allá del punto en que yo estaba, pero justo en medio de mi trayectoria. No podría haberlos visto si no hubiese encendido las largas, y desde luego de haber ido a mis velocidades usuales no hubiese podido esquivarlos si no fuera mediante un severísimo volantazo. Por más que mi coche sea muy, muy estable y esté preparado para esas cosas, las alternativas eran el vuelco, un trompo brutal (con un camión TIR particularmente gordo avanzando por detrás a noventa kilómetros por hora) o comerme un par de masas de no menos de ochenta kilos de peso que probablemente hubiesen partido en dos mi coche (el frontal de mi coche –que es muy plano- es un cofre vacío, pues el motor está en posición central justo por detrás de los dos asientos).

Tuve que comprobar la eficacia de los elementos de seguridad activa del auto, que no se bloqueó con la frenada en curva ni un ápice y salió perfectamente de la situación. Dicho esto: me precio de ser bastante buen conductor, y sobre todo de tener bastante sangre fría cuando conduzco, pero la verdad es que ayer se me apareció la Virgen del Pilar.

01 enero, 2007

Ba(be)lances

No, la verdad es que no me apetece mucho hacer balance del año. Es cursi, es como de querido-diario-de-candadito. Y ya no tiene uno edad ni peso para esas cosas. Así pues, me limitaré a hacer balance y cuenta de resultados del último día del año 2006.

Como primera providencia debo mencionar que la tarde del treinta y uno de diciembre nos fuimos a ver Babel, esa película que a lo que parece ha conmovido las conciencias y los espíritus en general y los del mundo blogger en particular.

No he visto Amores perros.

No he visto Veintiún gramos.

No estoy implicado afectivamente por el director perpetrante.

Ciento cuarenta y tantos minutos de película que no es buena, pues. Lo expongo en este modo algo caligramático y bastante paradójico-consecuencial para recalcar el hecho de que me da la impresión de que demasiada gente esta valorándola por las obras anteriores de González Iñárritu. Advierto que a partir de aquí y en rojo va un spoiler de la película, para no incordiar a quienes no la hayáis visto y deseéis hacerlo. Eso sí, me gustaría contrastar vuestras opiniones con las mías.

La anécdota que sirve de base a la película es perfectamente baladí a pesar de proyectarse geográficamente de manera tan estridente: recuérdese, Marruecos-México-Japón. En algún punto del desierto marroquí, un crio indígena le pega accidentalmente un tiro a una turista yanki (casada con Brad Pitt, que me luce muy bien la barbita de cuatro días en el 'flim'). La intrépida policía marroquí -todo respeto de los derechos humanos, toda todoterrenos, toda fusiles ametralladores belgas- tratará de determinar si se trata de un atentado islamista, acabando la cosa en tremenda balacera entre los miembros de tales cuerpos de seguridad y el niño, acompañado a la sazón por su padre y su hermano mayor, que -celoso perdido por cierto de su incestuosoide hermano pequeño y su mejor puntería- morirá a tiros policiales.

Los hijos del matrimonio yanky, en California en ese momento, están a cargo de una nanny mexicana ilegal. Ésta, en razón de dicho incidente, se ve cargada con los dos niños el día de la boda de su hijo, y no se le ocurre mejor cosa que llevárselos al festejo correspondiente a Tijuana, pasando la frontera. Al regreso se organizará el perfectamente previsible pollo con la Migra, que casi acaba con la vida de los crios. Por su parte, el rifle que desencadena la acción había sido el regalo de un ejecutivo japonés a su guía en Marruecos con ocasión de un safari realizado por aquél. El guía se lo vende a un pastor y éste se lo entrega a sus hijos para que espanten los chacales, muy interesados en comerse el ganado de la humilde familia. El ejecutivo japonés tiene una hija adolescente sordomuda fruto del matrimonio con una señora que se pegó un tiro. La hija tiene la empanada mental propia de esa edad, corregida y aumentada por la sordomudez, la orfandad por causa plúmbea y el hecho de que no ha logrado librarse de la incómoda virginidad, a pesar de sus notorios esfuerzos.

Analizando con un poco cuidado, la acción irresponsable -sólo desde un punto de vista occidental- de dar a unos críos un rifle de largo alcance da lugar a un incidente que afecta a una parejita de blondísimos y monísimos yanks, que sufren por segunda vez en su vida (la primera, la muerte súbita de su bebe -Sam, creo- es la primera tragedia en que se han visto implicados). Hilar eso con que el escopeto es de un japonés y que éste tiene una hija y ésta tiene problemas graves y menos graves (aparte de que entrambos han sufrido una tragedia realmente contundente) es alambicar un poco demasiado innecesariamente las cosas. Es una recarga excesiva. Es un juego de vidas cruzadas demasiado cogido por los pelos que a poco o nada conduce. Paradójicamente, a lo largo de la película, y hasta la eclosión de cada uno de los incidentes que enturbian sus existencias, los 'pobres' evidencian ser mucho más felices: los críos marroquíes al coger el rifle y jugar pegando tiros, los mexicanos en la peazo fiestaza de la Boda. Los 'ricos' llevan clavada al rostro la amargura -eventualmente cubierta por una leve máscara de felicidad artificial: la chica japonesa bebiendo, tomándose unas pirulas o en la discoteca- hasta el momento final, chis-pún.

Y es que la película adolece, además, de ser en definitiva otro drama de final feliz (para los ricos)/menos feliz (para los pobres):

- feliz para los yanks (la mujer vive, previa evacuación desde un villorrio miserable y polvoriento en medio del desierto, donde para aplacar el dolor una amable anciana le pasa una pipa de kif, consumo de drogas que junto con lo de las pills ya citado de la ojirrasgada da lugar a una calificación de 'moralmente nociva' para los censores públicos USA. La evacuación se hace en un helicóptero Bell UH-1B, naturalmente perteneciente a la Armada Estadounidense. Casi falta el 'tachán-tachán').

- Feliz para el japonés y su hija, que no se tira por la ventana de milagro, y entrevén un futuro más comunicativo con el abrazo final en el balcón de Tokio anocheciendo.

- Bastante menos feliz para la Nanny -que es deportada, llevando por cierto diecisiete años viviendo en los USA, pero sinencambio no le vuelan los sesos, y sus adorados niños viven al fin-.

- Definitivamente mucho menos feliz para la familia marroquí (sospechosamente islámica?), cuya desgracia se salda con la muerte de sólo uno de los tres, y la supervivencia de los otros dos que podrán seguir coadyuvando a la supervivencia de la familia.

Dice el director que se trata de una película sobre la familia. No estoy seguro, aunque es posible. Definitivamente, me parece artificiosa. Mucho. Reconoceré que la historia japonesa -será por los problemas de la adolescencia y la metáfora de la incomunicación hija/padre- y su desarrollo visual -será por las imágenes- me gusta algo más. La parte marroquí me parece absolutamente prescindible, lenta y polvorienta como las imágenes que utiliza. La historia mexicana, como ya he dicho, es lo más tópico que cabe concebir: sólo recoge una visión que me gusta: lo bien que se lo pasan los niños americanitos en una fiesta que les es absolutamente ajena, cómo disfrutan/tiemblan de terror ante costumbres a sus ojos de otro planeta.

Y eso es Babel para mí.

La cena, como siempre, en casa de mis padres. A mi Augusto Padre le dió una ventolera y después de su habitual cocktail de cava con Juve y Camps Brut Nature (bien. Receta vieja escuela y ejecución siempre aplaudida por los concurrentes) no se le ocurrió mejor cosa que servir para los primeros un Enate Cabernet 2001 infecto cuya mayor proximidad a las copas debería ser la de, previa reconversión en la alcoholera correspondiente, repasarlas para que brillen sin manchas de cal fiesta de nochevieja. La severa crítica de semblantes que percibió sirvió para que pasásemos al plat de résistence y junto con él al Valbuena 5º año, que ya nos pareció mucho, mucho mejor. Y luego nos pulimos ocho botellas de champagne. La fiesta en casa fue más tranquila que el año pasado, pero estuvieron bien las copas que nos tomamos seguidamente en el Pulp, garito de buenas prestaciones en todos los órdenes: musicalmente impecable hasta que cambió el DJ que debería ser gaseado al punto (por cierto: fui buen hijo y en ningún momento de la cena del treinta y uno prorrumpí en gritos de "A ése habría que gasearlo", que son muy míos pero que a mi mamá le desasosiegan mucho); copas no venenosas (certificado: me debí tomar tres copas, y a pesar de eso y de la previa ingesta me encontraba razonablemente bien al día siguiente); se podía bailar bien y a modo; y había un número importante de conjuntos de chicas bastante monas, y bastante solas, lo que comento a efectos de aquellos que estéis solteros y seáis hombres heterosexuales o mujeres homosexuales. Me hizo bastante gracia ver a una de las pocas amigas abiertamente lesbianas que tengo tirar tejos de un modo, podríamos decir, bastante masculino (incluyendo la parte pelotazos-que-mi-amiga-llevaba-puestos, por cierto). Una imagen de lo más tierno.

El día después transcurrió pacífico, hasta que a eso de las cuatro recibí un sms del ínclito Cranston Snord que junto con la joven T. se iban a Cerler a esquiar (es un decir) y pasaban por Zaragotham, cosa que hizo que yo abandonase mi pijamitud holgante y me duchase, afeitase y vistiese, y que QL hiciese una exquisita Quiche Lorraine y una ensalada de frutas y lechuga que nos tomamos los cuatro junto con nuestro común amigo P. y su mujer, con mucho placer y con unas botellitas de Finca Valpiedra Reserva que tenía debidamente conservadas para ocasiones como ésta. Ya hablé de las casualidades que nos vinculan a Cranston y a mí aquí, y aún descubrimos unas cuantas más. En fin, extraordinariamente agradable ocasión con tan magníficos invitados en casa.

Ayer, día dos de enero, regreso al trabajo para constatar que una de las malas noticias que ya refería en la entrada anterior es tan mala como parecía -o peor-. Día de intensidad variable. Cine por la noche, El Laberinto del Fauno, que no está mal, sobre todo por la inteligente imbricación entre la historia mágica y la real (si bien ésta última se expone de manera bastante sesgada, como es por otra parte usual en estos tiempos). La niña actúa de coña. Se puede ver.

Y hoy, día tres, me han quitado por primera vez puntos del carnet. Tres, concretamente. Lo que me lleva a reiterar: me c*** en la muy p******* madre del inefable. Naturalmente, la presunta infracción se ha verificado en una recta con visibilidad de siete kilómetros, con plena luz solar, cielo despejado, calzada seca, a bordo de un coche en estado perfecto y dotado de todos los sistemas de seguridad activa y pasiva imaginables, conducido por una persona perfectamente despierta y alerta que había desayunado con ligereza y lleva sin beber alcohol un montón de horas. No, claro: este Gobierno aberrante e incompetente no trata de recaudar: se trata de prevenir peligros. Mal rayo les parta (y no precisamente a los agentes de la benemérita, que de nada tienen culpa en este desagradable asunto).

A pesar de todo, este año va a ser bueno. He dicho. :-D