- Que tengan batería que permita que aguanten mucho en espera y hablando;
- Que tengan mucha memoria: los nuevos tiempos han hecho que todos seamos incapaces de memorizar números de teléfono (me explicaron que lo del paso de los seis a los nueve dígitos también influye), y como todo Zeus tiene fijo(s) Y móvil, pues... tremendo. Mil números en memoria;
- Que sean razonablemente pequeños: que quepan en el ‘bolsillo del tabaco’ de una chaqueta de traje. Me es igual el aspecto. Sólo quiero que no sean un zapato como mis ya mentados primeros Motorola;
- Que sean NOKIA. Tuve hace mil años un par de motorolas, y superada esa dañosa etapa, y a partir de aquél que usaba Neo en Matrix, me enganché a la nórdica marca, y como tengo cargadores sin cuento para distribuir por despachos diversos y aún para perderlos en los viajes, pues es un plus de comodidad.
A mí, que algunos maledicentes podrían tildarme de un poco pijillo para algunas cosas (ropa y complementos, tal vez relojes o quizás aperos de escritura, por ejemplo. Me encantan, tengo mil y llevo cada uno de ellos conforme a un planteamiento teórico concreto :-D), me dan igual, siempre que cumplan esos requerimientos. Llevo ahora un artefacto telecomunicativo (no me sé ni el numerito que lo describe, seismil algo, creo), con el recubrimiento plateado de arriba pelado, la barra lateral partida y montones de polvo dentro de la pantalla. Me da igual. Mientras funcione, me da igual.
Pero claro, en estos tiempos tontos la tentación vive... ¿arriba? No. Más bien por todas partes.
En forma de voz meliflua, masculina e hispanoamericana (¿Perú, Bolivia?)
MOVISTAR.- “Buenos Días, hablo con el titular de la linea XXX YYY ZZZ...?"
No nos engañemos. Nunca he pagado por un teléfono, pero a mi Movistar no me regala nada de nada: digamos que financio mis móviles mediante entregas a cuenta en mis brutales facturas mensuales. No tengo especial interés en un nuevo móvil, pero sí es cierto que mi actual artefacto, como he dicho, está algo perjudicado.
Ya empezamos. Pero... ¿a qué oligofrénico de Telefónica se le ocurrió contratar personas no nacionales para vender cosas de estas?
No transcribo: me leyó la lista de características, inmensa e inmanejable.
Uno es pretecnológico, y no demasiado inteligente, pero el concepto 'rotura de stock' lo tiene muy claro.
Es una anécdota chorra. Sigo con mi móvil-truño, y sigo preguntándome qué coño hacen gastando dinero en márketing ineficiente con gestores comerciales a quienes justo les va para comprender el castellano usual (y la culpa, por supuesto, no es suya. Es como los telefonistas del 11818, todos norafricanos que tan apenas hablan castellano. Como para comprender que quieres el teléfono del Sr. Wenceslao Paraméciez).
En fin, la semana pasada evolucionó 'tipo medio', con algún sobresalto, algún disgusto, y alguna cosa que me ha hecho pensar mucho y muy en serio sobre cosas importante. En fin.
Hoy, 1º de Octubre de 2006, UPMM cumple quince años. Esta noche pasada ha dormido un amigo suyo en casa: leonera, es la idea que representa adecuadamente el momento-dos-adolescentes-en-una-casa, sea cual sea la dimensión del dormitorio.
Dos reflexiones sobre la cosa deejay: la cosa ha cambiado a mejor. Mis amigos pinchadiscos (previos a la última glaciación, bien es cierto) mantenían un semblante serio, cual si de registradores de la propiedad o fiscales de la Audiencia Nacional se tratase, mientras traficaban con los platos (vaya por delante que tengo amigos que han pinchado en sitios señalados, no sólo en garitillos de Zaragotham). Ayer, sin embargo, todo lo contrario: dos jóvenes (los dos ya mencionados) con camisetas rojas a juego y corbata blanca, perfectamente descojonados pinchando jitazos por orden cronológico: un letrero ante la mesa iba indicando la cosecha a la que pertenecía el tema. Mientras, Astredu, emulando las siliconadas maniquíes de Las Vegas de las peleas de boxeo, paseaba con una pizarra en que, a tiza, estaba escrito el título del tema. Muy divertido. Otra reflexión, más de estilo: Hidrogenesse viene a ser un híbrido entre Karina y Gigliola Cinquetti con caja de ritmos y sonidos casio. Joder, qué suerte haber vivido los 80s en directo. La música de baile no ha evolucionado N-A-D-A. Puagh.
Luego de ello tratamos de ir al Bacharach pero no fue posible: hasta las trancas. Nuestros pasos, perdidos, nos llevaron -oh, error- hasta El Casco. Nunca os perdáis por ahí. El horror. Hace eones que no me paseaba por el área. Nota de estilo #2: yo no sé de prostitutas, pero es rara la sensación de verse rodeado de ellas (en fin, no prostitutas como tal, si no jovencitas disfrazadas de tal cosa) en el Casco Viejo de Zaragotham. Lo sean o no lo sean. Dios mio.
Mañana de domingo: elaboración -para la fiesta de cumpleaños de UPMM, que se celebra en el chalet de mis padres con asistencia de nueve amigotes del ínclito- de toneladas de mi Pollo al Curry (que me sale exquisito, BTW: ha sido elaborado a petición popular de dichos amigos que ya lo han catado en otras ocasiones). De fondo, Fonorama, de Cooper, para sentir que algo me vincula todavía al pop de este momento histórico, para no ponerme otra vez a la Creedence.
Cine: sólo veo cine a la altura de mis hijos. Los Borrowers, encantadora chorradita británica con una ambientación vintage muy conseguida y con el Dr. House haciendo de Policía Municipal con mucha destreza, y, mucho más destacable (id a verla si tenéis en el entorno niños de hasta pongamos doce años) La increible (pero cierta) historia de Caperucita Roja. Recomendabilísima.
Un hombre puede darse a la bebida y sentirse un fracasado, y después fracasar aún más estrepitosamente a consecuencia de que bebe; eso es bastante parecido a lo que sucede con la lengua inglesa. La lengua inglesa ha llegado a ser fea e imprecisa porque nuestros pensamientos son estúpidos.
Vaya semana me espera, por cierto.