27 septiembre, 2006

Latófonos y otras latas.

No se crean mis queridos lectores que, a pesar de ser uno de los tipos que más hablan por teléfono (móvil y fijo) del Universo mundo, soy muy aficionado a los aperos estos. Los móviles, quiero decir. Estoy rodeado de tecnofrikis de voltaje diverso que se cambian de móvil poco menos que tres veces al año, y soy incapaz de valorar, en los cacharrillos, cosa diferente de:

  1. Que tengan batería que permita que aguanten mucho en espera y hablando;
  2. Que tengan mucha memoria: los nuevos tiempos han hecho que todos seamos incapaces de memorizar números de teléfono (me explicaron que lo del paso de los seis a los nueve dígitos también influye), y como todo Zeus tiene fijo(s) Y móvil, pues... tremendo. Mil números en memoria;
  3. Que sean razonablemente pequeños: que quepan en el ‘bolsillo del tabaco’ de una chaqueta de traje. Me es igual el aspecto. Sólo quiero que no sean un zapato como mis ya mentados primeros Motorola;
  4. Que sean NOKIA. Tuve hace mil años un par de motorolas, y superada esa dañosa etapa, y a partir de aquél que usaba Neo en Matrix, me enganché a la nórdica marca, y como tengo cargadores sin cuento para distribuir por despachos diversos y aún para perderlos en los viajes, pues es un plus de comodidad.

A mí, que algunos maledicentes podrían tildarme de un poco pijillo para algunas cosas (ropa y complementos, tal vez relojes o quizás aperos de escritura, por ejemplo. Me encantan, tengo mil y llevo cada uno de ellos conforme a un planteamiento teórico concreto :-D), me dan igual, siempre que cumplan esos requerimientos. Llevo ahora un artefacto telecomunicativo (no me sé ni el numerito que lo describe, seismil algo, creo), con el recubrimiento plateado de arriba pelado, la barra lateral partida y montones de polvo dentro de la pantalla. Me da igual. Mientras funcione, me da igual.

Pero claro, en estos tiempos tontos la tentación vive... ¿arriba? No. Más bien por todas partes.

En forma de voz meliflua, masculina e hispanoamericana (¿Perú, Bolivia?)

MOVISTAR.- “Buenos Días, hablo con el titular de la linea XXX YYY ZZZ...?"
Joder. Paulita se ha desplazado al Norte y ha mutado en masculino.
M.- "Hablo con Don Hans Vladivostoker?
HANS.- "Pues si, en efecto"
M.- "Buenos días, Don Hans: mi nombre es Rubén [incomprensible] y le llamo de Movistar para ofrecerle los nuevos modelos de terminal, pues tiene V. 60.000 puntos y Movistar le obsequia con otros 15.000"

No nos engañemos. Nunca he pagado por un teléfono, pero a mi Movistar no me regala nada de nada: digamos que financio mis móviles mediante entregas a cuenta en mis brutales facturas mensuales. No tengo especial interés en un nuevo móvil, pero sí es cierto que mi actual artefacto, como he dicho, está algo perjudicado.

H.- "Muy bien, Rubén, y cuénteme... ¿qué móviles puedo conseguir con esos puntos?"
M.- "¿Mande?"

Ya empezamos. Pero... ¿a qué oligofrénico de Telefónica se le ocurrió contratar personas no nacionales para vender cosas de estas?
Después de mucho debate, reiteración, y mucho "no se retire, estamos comprobando...", Rubén concluye, triunfante:
M.- "Mire V., Don Hans, puede V. disponer de un terminal Nokia 6131, con ..."

No transcribo: me leyó la lista de características, inmensa e inmanejable.

M.- "Don Hans, desea V. que le remita un sms con el bono-código para que pueda V. hacerse con el terminal?"
H.- "No, mire, Rubén, yo creo que mejor me acerco a mi distribuidor Movistar a ver si tienen unidades, ¿no cree? porque creo recordar que ese código CADUCA... ¿no es cierto?"
M.- "Ah... sí"
H.- "Excelente: llámeme dentro de una hora"

Uno es pretecnológico, y no demasiado inteligente, pero el concepto 'rotura de stock' lo tiene muy claro.

Llego al distribuidor.

HANS.- "Buenos días, ¿tienen Vdes. terminales Nokia 6131?"
PROBA TENDERA TELECOMUNICACIONAL (con cara de 'ni de coña').- "No, no tenemos, en absoluto"
H. - "Pero bueno, tendrán Vdes. en un plazo corto de tiempo..."
PTT.- "No, no, desde luego que no. No tenemos, ni noticias de que vayamos a tenerlo"

Es una anécdota chorra. Sigo con mi móvil-truño, y sigo preguntándome qué coño hacen gastando dinero en márketing ineficiente con gestores comerciales a quienes justo les va para comprender el castellano usual (y la culpa, por supuesto, no es suya. Es como los telefonistas del 11818, todos norafricanos que tan apenas hablan castellano. Como para comprender que quieres el teléfono del Sr. Wenceslao Paraméciez).

En fin, la semana pasada evolucionó 'tipo medio', con algún sobresalto, algún disgusto, y alguna cosa que me ha hecho pensar mucho y muy en serio sobre cosas importante. En fin.

Hoy, 1º de Octubre de 2006, UPMM cumple quince años. Esta noche pasada ha dormido un amigo suyo en casa: leonera, es la idea que representa adecuadamente el momento-dos-adolescentes-en-una-casa, sea cual sea la dimensión del dormitorio.

MBO y yo salimos anoche mano a mano. Cenamos unas tablitas regadas con un rioja (nada destacable, ni 'a' ni 'b') y nos fuimos a La Lata de Bombillas, donde pinchaban Mogkumo y Astredu. Me había pasado yo la tarde ambientándome (triste, sólo recuerdo una canción de Astrud, Todo nos parece una mierda) con una recopilación de producto independiente patrio y más o menos reciente.

Dos reflexiones sobre la cosa deejay: la cosa ha cambiado a mejor. Mis amigos pinchadiscos (previos a la última glaciación, bien es cierto) mantenían un semblante serio, cual si de registradores de la propiedad o fiscales de la Audiencia Nacional se tratase, mientras traficaban con los platos (vaya por delante que tengo amigos que han pinchado en sitios señalados, no sólo en garitillos de Zaragotham). Ayer, sin embargo, todo lo contrario: dos jóvenes (los dos ya mencionados) con camisetas rojas a juego y corbata blanca, perfectamente descojonados pinchando jitazos por orden cronológico: un letrero ante la mesa iba indicando la cosecha a la que pertenecía el tema. Mientras, Astredu, emulando las siliconadas maniquíes de Las Vegas de las peleas de boxeo, paseaba con una pizarra en que, a tiza, estaba escrito el título del tema. Muy divertido. Otra reflexión, más de estilo: Hidrogenesse viene a ser un híbrido entre Karina y Gigliola Cinquetti con caja de ritmos y sonidos casio. Joder, qué suerte haber vivido los 80s en directo. La música de baile no ha evolucionado N-A-D-A. Puagh.

Luego de ello tratamos de ir al Bacharach pero no fue posible: hasta las trancas. Nuestros pasos, perdidos, nos llevaron -oh, error- hasta El Casco. Nunca os perdáis por ahí. El horror. Hace eones que no me paseaba por el área. Nota de estilo #2: yo no sé de prostitutas, pero es rara la sensación de verse rodeado de ellas (en fin, no prostitutas como tal, si no jovencitas disfrazadas de tal cosa) en el Casco Viejo de Zaragotham. Lo sean o no lo sean. Dios mio.

Mañana de domingo: elaboración -para la fiesta de cumpleaños de UPMM, que se celebra en el chalet de mis padres con asistencia de nueve amigotes del ínclito- de toneladas de mi Pollo al Curry (que me sale exquisito, BTW: ha sido elaborado a petición popular de dichos amigos que ya lo han catado en otras ocasiones). De fondo, Fonorama, de Cooper, para sentir que algo me vincula todavía al pop de este momento histórico, para no ponerme otra vez a la Creedence.

Cine: sólo veo cine a la altura de mis hijos. Los Borrowers, encantadora chorradita británica con una ambientación vintage muy conseguida y con el Dr. House haciendo de Policía Municipal con mucha destreza, y, mucho más destacable (id a verla si tenéis en el entorno niños de hasta pongamos doce años) La increible (pero cierta) historia de Caperucita Roja. Recomendabilísima.

Lecturas, variadas: en estados de ánimo dudosos leo a un tipo -también- dudosamente literario que me recuerda que la mayor parte de la gente durante la mayor parte de la historia en la mayor parte del mundo las ha pasado putas: Sven Hassel. En este caso, Prisión GPU. Perfectamente prescindible, por supuesto. Siendo más serios, tengo por encima de la mesa una Teoría Bélica de España, más que nada por reflexionar acerca de la inmensa gilipollez de lo de la Alianza de Civilizaciones y la perniciosidad de los cuentos de Caperucita en el mundo real, y, más interesante, una colección de Artículos y reseñas en el Observer, 1942-1949 de George ORWELL, de cuyo prefacio que cita un artículo, La política y la lengua inglesa (publicado en el número de abril de 1946 de Horizon) extraigo la siguiente cita:


Un hombre puede darse a la bebida y sentirse un fracasado, y después fracasar aún más estrepitosamente a consecuencia de que bebe; eso es bastante parecido a lo que sucede con la lengua inglesa. La lengua inglesa ha llegado a ser fea e imprecisa porque nuestros pensamientos son estúpidos.

Por favor: que impriman esto en tipo 32, que lo fotocopien y que se lo den a nuestros periodistas, políticos, hombres públicos. Ingenuo que es uno, tal vez mueva a reflexión. En otro caso, minoraremos los consumos de celulosa higiénica, que son poco ecológicos.

Vaya semana me espera, por cierto.

24 septiembre, 2006

Sábado & Domingo.

Almuerzo de sábado.* Campo Viejo Reserva de 1966 acompañando unas senderuelas preparadas con foie. Un solomillo en taquitos sobre una salsa de vino, ajetes, romero y tomillo. Una copa de Lagavullin. Me gusta la Venta del Sotón, y debería gustaros también a vosotros. Luego, el Museo de la Fundación Beulas, una colección de maquetas y proyectos del admirado Moneo. Tarde lluviosa, con ocasionales rompimientos entre las nubes por los que se deslizan rayos cortos de sol. Atención a Huesca, queridos amigos. Apenas un pueblo grande de Andalucía, 45.000 habitantes, con al menos tres restaurantes fuera de serie. Y cosas para acompañar la visita: por ejemplo, el referido Centro de Arte y Naturaleza.

Termino con Vichy 1940 de Fernando Schwartz, ese encantador caradura que escribe la autobiografía de su alter ego, de aquél que viviendo en la Francia de entreguerras se reencarnaría más tarde en F: Manuel de Sá, Fernando Schwartz. Hay incluso un ritmo ferroviario, simetría entrambos nombres. La novela, un cinco sobre diez siendo generosos. Historietita romanticona flojilla tirando a mal sobre un paisaje histórico que conozco, me temo, mejor que el autor. Entremezcla de algo de rigor para el aporte de realidad imprescindible en algo pretendidamente historicista. Nada, en fin. Creo que le dieron un premio. Incomprensible.

Aburrimiento de la vida pública española, de las pacatas opiniones de mis compatriotas, día tras día. Se puede ser pacato siendo bermejo, desde luego: la estulticia de la corrección política apareciendo tras de todas las manifestaciones sobre Religión y Estado dan grima, de tan risibles. Ni trás del Concilio (de Trento) se había sido más mamonamente integrista. Me refiero, naturalmente, a los políticamente correctos, a los Eurabianos de pro (OF, pobre mujer, cuánto se la denostó por soltarlas frescas). Para compensar la balanza de la idiocia, Ánsar va y defeca con micros delante. Dios bendito... Ayer por la mañana estuvimos en una misa funeral. MBO ha estado esta mañana en misa en El Pilar por motivos que no vienen al caso. Me comenta que el resident priest se ha despachado con una prédica con formato de speech pasmosamente neocon. Ay, Dios mío. Que se pierden, joder, que se pierden. Cuánto echo de menos a mis Jesuítas de juventud: tipos cultos y puestos en el Mundo, individuos con tres licenciaturas -por ejemplo- que habían estado en Hispanoamérica, un poner, y por tanto se cuestionaban severamente los aspectos más complejos de la Doctrina en su aplicación inmediata a la realidad de la gente que se moría de hambre. Hasta los mayores y más conservadores eran más tolerantes y medían más sus palabras (y lo que es más importante, sus pensamientos). Si es que no puede ser, si es que a quién se le ocurre meter a un polaco medio opusino (de esos polvos vienen estos lodos)...

La progenie nos destempla por distintos motivos, aunque este güiken coinciden. UPMM juega al jurgo y se irrita: el pelotón es un juego de caballeros jugado por patanes, y patán viene de patear: a UPMM le patean, UPMM se cabrea y hostia al contrincante (por lo que sé, mayor que él). Mal, muy mal, fatal. Siempre odié la idiocia de la competitividad que llevaba a este tipo de violencia. Le haré ver Carros de Fuego: no servirá para nada. El espíritu sport es, me temo, algo más superado que los cuellos de celuloide.

UPFM hace un excesivo lucimiento de anatomía, según tengo ya dicho. A mí no me gusta sobre todo por razón estética. A MBO le saca igualmente de sus casillas. Dura interacción , compleja relación la que se basa en la interpelación atinente a la altura caderera de sus jeans.

Y la enana, UPFm, es la tía más vaga del Universo; la más graciosa cuando está en racha, pero la más vaga. No acepto, no aceptamos la vagancia; entiendo las limitaciones, pero no la desidia. Me jode, nos jode sin límites. El güiken ha estado presidido por los efectos directos de su nefastitud. Joder.

Ayer por la mañana empezaba el Otoño. Como vais viendo, a efectos de Hans, ese dato es sólo cronológico. Espiritualmente, el otoño lleva ya días empezando.

* Ese dato fue ya comentado por MBO en otro lugar, por cierto.

22 septiembre, 2006

Joderpizza

Viernes noche. No me he organizado bien, tengo un run out de determinados productos imprecindbles para preparar una quiche lorraine y UPMM llega demasiado tarde de su entreno de jurgo (más indicación, al pie) como para enviarle a comprar bacon y crema de leche.

Llamo a Telepizza. El modelo adecuado a los gustos de la Famiglia es desde hace tiempo uno muy estándar: carbonara familiar de masa fina con cebolla, queso y extra de queso. Nada más: tengo cerveza mejor de la que me ofrecerán, las delicias de pollo me dan lo mismo y no, no quiero otro abrebotellas de los Simpson (un poner)

Hace ya algún tiempo que compruebo que en mi Telepizza me atiende un conjunto de voces de dulce acento argentino que ocultan una desdotación neuronal abundante. Es decir: oligofrénicas, pobre crías. Supongo que el aplicativo informático de que se valen es una puta mierda, pero mis conversaciones ocasionales con ellas (tampoco hacemos tanto uso del motoservicio pizzero) son siempre como un guión de drama surrealista. La de Dios.

Paulita es la de esta noche. De Mendoza, diría yo. Como me sé cómo es la cosa le digo "Buenas noches, Paulita. Mi teléfono es el xxx yyy zzz, ¿sí?" (obsérvese el deje porteño en esa afirmación confirmativa tan cara a los argentinos y tan perfectamente gilipollas en castellano peninsular) "Si. Su dirección es xxxxxx, número xxxxxx, piso xxxxx, ¿sí?" "En efecto, Paulita"

TELEPIZZA- "¿Qué desea?"
HANS- "Sí, Paulita: quiero una carbonara familiar de masa fina con cebolla, queso y extra de queso. Se lo repito: una carbonara familiar, ¿de acuerdo?"
T- "sí. Quiere añadirle algo más?"
H- "Sí, en efecto: queso y cebolla"
T- "Quiere cebolla, entonces?"
H- "Sí"
T- "Un momento"
T- "Puedo ofrecerle además doble de queso para que quede más jugosa"
H- "Si, Paulita, ponga por favor doble de queso"
T- "Muy bien. Pero... ¿quiere doble de queso o cebolla?"
H- "Paulita, si no me equivoco no son opciones excluyentes: quiero las dos cosas"
T- "O sea que quiere media pizza con cebolla y media con queso?"
H- "No, Paulita: quiero TODO con las dos cosas"
T- "Un momento"
T-"Muy bien. Puedo aplicarle la oferta 'El Momentazo', que incluye con su pizza delicias de pollo y dos botellas de cocacola zero por 8.95 EUR"
(Nota marginal: nuestro pedido estándar son 22.00, poco más o menos. Siempre)
H- "Perdone, Paulita: ESTÁ SEGURA de que por ese precio me sirve pizza, acompañamiento y bebidas?" (no me lo creo, ni de coña)
T- "Sí"
H - "Ah, vale: adelante, pues"
T- "Un momento"
T- "Muy bien: entonces será una pizza mediana de masa normal carbonara con cebolla"
(MBO entra en la habitación con cara de desespero ¿todavía Telepizza?)
- "No, Paulita, no: es una carbonara familiar de masa fina con cebolla, queso y extra de queso"
- "Ah. Un momento".

Me estoy aburriendo de contarlo. He tenido que repetir tres veces el pedido completo hasta que he conseguido que me garantizase que me iba a servir lo que quería (por 22.00 EUR, claro). Duración de la llamada, catorce minutos cronometrados. Juro que para evitar cortarme las venas y/o mandarla a hacer gárgaras he tenido que hacer uso de mi paciencia ilimitada.

Lo cierto es que aquí estoy ahora esperando que me traigan una pizza pequeña de mamouth con masa gorda y salsa de enchilada, o así.

Ya os hablaré del jurgo de UPMM, que tiene castañas. Y de la semana que he pasado (que ha vetado cualquier actualización del bló). Y de lo hasta las narices que MBO y el que suscribe estamos de la delincuencia infantil y juvenil que puebla nuestro hogar. Y de la cava que me he procurador para guardar el vino comme il faut. Y del concierto de anoche. Y espero ser capaz de colgar una foto de un cuadro que hemos comprado esta tarde: una preciosidad. De momento voy a ver si el motero lleva cambios.

Buen güiken.

15 septiembre, 2006

Otoñalidad y maneras


Leía el otro día que los buenos modales consisten en evitar las fricciones mediante el establecimiento de las pautas de, por ejemplo, un encuentro: cuando ambas partes saben lo que el otro debe hacer, el conflicto es improbable. “El derecho internacional, después de todo, es simplemente un código de buenas maneras a lo grande”, concluye su reflexión la protagonista de El Club Filosófico de los domingos, de Alexander McCall Smith. Una curiosa novela escrita por un profesor de medicina legal con interés para cualquiera que no vea la filosofía como algo árido, ajenos y remoto, si no como una sistematización de un cuerpo de pensamiento de aplicación diaria. Al fin y al cabo, para alguien que considera que Kant no es a la ética lo que Chaplin a la Historia del Cine.

Como es natural no puedo estar de acuerdo con la parte del aserto que habla del derecho internacional, pero el resto me parece sugestivo. El resto de la novela, quiero decir, llena de reflexiones, precisamente, éticas sobre el actuar diario, sin tono de sermón. En realidad, me encuentro más tono de sermón en las canciones del último doble en directo de Loquillo, pero eso es otra historia.

No es sermón señalar que ser correcto es lo deseable, que ser educado es lo que debe ser. Que la grosería que campa por sus respetos en España es un desastre: es una muestra de menos civilización, no una muestra de mayor sinceridad o autenticidad.

Maneras y ánimo otoñal. Está cayendo la del pulpo sobre Zaragotham. Dios, cómo llueve. Hace un día de mierda, ayer hizo un día de mierda, anteayer hizo un día de mierda, y lo de no ver el sol, aparte de proporcionarme una desagradable somnolencia –estoy en modo oso hibernante on- me corrompe los hígados. No creo que podamos irnos este güiken a Cadaqués, y, no sólo por eso, estoy de un humor de perros. Sin embargo, procuro no perder las maneras, aunque esta mañana ha habido un par de personas a quienes he estado a punto de mandar a tomar por el culo literalmente. La lluvia hace aún más pesada a la gente.

En el despacho (que podríamos reconvertir de “Hans Vladivostoker Kapelmeisteren” en “Hans Vladivostoker, tratamientos de fertilidad”, dado que en año y medio se han producido en la breve plantilla tres bajas por embarazo) no hay coca-cola light, que, como creo que he contado por aquí, es el producto gracias al cual por las tardes me mantengo en estos casos: la nueva secretaria –protoembarazada también- ha olvidado hacer que las trajesen. Joder.

A pesar de todo, no perdemos el tono. MBO –que arrastra un trancazo de medianas dimensiones- y yo nos intercambiamos e-mails chorras. Trato de dar forma a un escrito de trámite de lo más pestiño. Llaman pesados a los que administro con mi usual gracejo.

En realidad, la primera norma de las buenas maneras es conseguir que, en torno tuyo, las cosas sean agradables.

07 septiembre, 2006

Alatriste

Veamos, Alatriste. O Sadwings, quizás (y es que a ver qué recaudaciones hace en los USA, tengo curiosidad). Anoche la vimos.

No. No puedo empezar hablando de Arturo Pérez-Reverte o de su obra. Ya tengo expuestas mis tesis al respecto aquí (y, qué coño, leed esa entrada si os interesa AP-R. Es el mejor análisis que he visto acerca de él, en apenas 1850 palabras. Aunque sea mío). Ni siquiera debo empezar hablando del hecho significativo de que haya aparecido del brazo de Zapatitos (recién regresado por cierto de su amoroso vuelo -con cargo a Presupuestos Generales del Estado, vale decir, a una parte de los impuestos brutales e injustificados que yo/nosotros pago/pagamos- para ver cantar a la replicante esa con que está casado) en la presentación del flim.

¿Del entorno cultural de la Película? Ni de coña: seguro que todos leeis El Pais Semanal, y ahí se han explayado a gusto.

Hablemos, pues, de la obra, sin más.

Es una yuxtaposición.

Y ése es el problema. No el más grave, no el más significativo. Es El Defecto, el cáncer que la carcome, que trae causa de un mal guión o un mal montaje, no lo sé. A. Díaz Yáñes la ha cagado, que diría el infame Pere Navarro.

Y eso no empece el hecho de que los actores trabajan formidablemente: increible Echanove: no le tengo demasiada estima, pero por Dios que borda a Quevedo; excelente Viggo Mortensen, cuyo desaforado esfuerzo para evitar su acento argentino no ha llegado al puerto que debiera, pero ello no le quita mérito, ni brillo a su actuar; gloriosa mi muy querida Ariadna Gil; muy bien Noriega, que ha evolucionado de sicópata tético a Grande de España con destreza. Y muy bien el niño de nombre imposible que interpreta a Íñigo Balboa. Javier Cámara casi acierta con la difícil figura de Olivares (actúa de coña, cierto, dejando de lado su patético papel bufonesco usual, pero temo que no investigó suficientemente a su personaje; de ser así, no hubiese cometido blanduras impropias de tan correoso personaje). La bella (a mi juicio; a MBO no le gusta) Elena Anaya me encanta, y actúa bien, pero no entiendo en absoluto por qué se introduce, en el momento en que se mete,un contundente primer plano de sus tetas: gratuito -máxime dado el tono general de la cinta-, completamente fuera de lugar, por bellas que éstas sean. En fin, bien todos los demás actores.

Las caracterizaciones, inmejorables; vestuario y utillerías, de diez. Ni un error de documentalistas, al menos ninguno del que me haya dado cuenta, en uniformes, banderas y estandartes o armas. El fotógrafo merece, desde ya, el Goya: un puto crack que consigue que en la película haya mucha de la luz velazqueña adecuada al caso. Lo dice un irredento velazqueño que tuvo la suerte de refrescar la memoria de semejantes iluminaciones en el Prado hace una semana y ue lleva todavía grabado el oro tostado en los ojos. La música no me ha matado, pero es correcta.

Y, por supuesto, la materia primera en que basar el argumento era inmejorable.

¿Qué falla, pues?

Simple: que en dos horas y media no hay tiempo material para meter los cinco Alatristes. ADY saja historias a saco. Se pierde la ilación, al recortar historias a las que se podría haber dado más predicamento (y no profundizo, no quiero espoilizárosla). Degrada ilimitadamente la definición de personajes, que, avanzando en el tiempo a toda hostia, no se ven madurar en absoluto... mientras otros se mantienen intactos. Complementariamente a todo ello, la figura de Íñigo Balboa, que no deja de ser el Narrador en las cinco novelas, se desluce bastante. En definitiva, no me cabe duda de que mi recuerdo de las novelas me ha suplido demasiadas lagunas, demasiados saltos lógicos y cronológicos.

No sería mala cosa, para concluir, recordar a ADY que después de todo tampoco ha transmitido con precisión lo que, en términos históricos, supuso la Época en cuestión para España, para Europa y para el Mundo. Y eso también jode un poco, pero quizá tal cosa sólo sea importante para quienes como yo le damos importancia a la Historia y a la difusión que de ella se hace.

¿Hay que verla? Sin duda. ¿Es una buena peli?. Es una formidable yuxtaposición de escenas fantásticamente actuadas, organizadas, rodadas. No es una película, y lo siento. A fe que lo siento, por la simpatía que siento por el personaje, y por el autor, AP-R.

P.S.: Esta noche hemos ido a ver La Joven del Agua, una película de la que no había oido hablar en absoluto, y que, si durase veinte minutos menos, sería muy buena. Recomendable en casos de cartelera anémica, e incluso un poco más que eso. Está bien. Podéis verla, ya contaréis.

04 septiembre, 2006

Encantos ferroviarios

...mientras en la calle imperan el caos, el olvido, la prisa, la guerra contra el pasado y sobre todo esto esa gente ilusionada con un cambio, desbordada de júbilo, diría que hasta muy contenta con lo que confían recibir por su fervorosa credulidad, sin pensar que pronto les llegarán las exigencias terribles de la fe sin cuestionamientos que ahora profesan.
Leonardo Padura, La neblina del ayer

Hale. Váyanme administrando ese fragmento. Policiaca escrita por un cubano de hogaño cuyo héroe se llama Mario Conde. Mit zwei. Un descubrimiento, oigan (¿les hablé ya de Adios, Hemingway?).

Un descubrimiento grato, a diferencia del que ahora, a esta hora infame en que transcribo mis notas manuscritas, buscando un dato acerca de Padura, arroja Google sobre mi escritorio: el día 1º de septiembre murió Joaquín Aranda, a quien probablemente ninguno de Vdes. conocerá. Uno de los cuatro redactores históricos del Heraldo de Aragón, ese periódico imposible de mi ciudad, que fue independiente (por donde yo te diga, pero al menos los propietarios del mismo eran un par de familias de Zaragotham, y no una multinacional ni el omnipresente Yísas von Polank) hasta hace poco. Amigo -muy amigo- de mis padres, en su casa -una casa muy poco casa-casa, que diría Rossy de Palma- leí mis primeros Lucky Luke en versión original, y sus manos prepararon la primera ensalada de naranja y cebolla que me comí; de él escuché por primera vez hablar bien de esa Provincia inexistente, y de su voz, una noche de terraza verganiega en el chalet de mis padres, escuché por vez primera un alegato apasionado, superdecibélico, desaforado acerca de la intolerabilidad de la Pena Capital (tal defensa, en su versión sosegada y racional, era la que nos era propia en casa; la había oido de labios de mis padres, claro, pero a esa edad -doce años o así- yo no acostumbraba a ver a alguien gritar tanto. El hogar en que viví hasta los veinticinco era extremadamente británico, muy civilizado); también le escuché poner a parir a los Guardiamarinas como cuerpo -y bien sabe Dios que me he esforzado (infructuosamente) en recordar a qué coño venía crítica tan acerba como surrealista-; en casa de su suegra -poderosísima suegra, a fe mía- escuché por primera vez música de una gramola de discos taladrados; alguna vez -pocas- estuve de acuerdo con sus críticas de cine, de música clásica. Muchas más, claro, en cuanto a libros ("Libros de lance": de habitual nunca escribía sobre novedades) . Hace mucho que no le veía, ni a él ni a su mujer, sobrina por cierto de Buñuel. Si, Luis. No he hablado aún con mi madre, pero sé que le habrá dolido. Mucho. Descanse en paz.

En general, se puede decir que soy poco gritón, y por ello éste apenas es un blog de denuncia; también es cierto que no tengo demasiados lectores (aunque sean todos ellos estupendos y formidables), de manera que pretender hacer de Noticias desde Vladivostok un foro de protesta sería bastante ingenuo. Trato de recordar, y así, a bulto, sólo he puesto a parir a modo al infame Pere Navarro (a quien Dios, llegado el momento de su exitus, envíe donde tenga por conveniente, aunque no dudo que dicho lugar será el Infierno Tenebroso).

Escribo esto yo en la estación de Zaragoza el treinta y uno de agosto, a las 18.00, recién montado en un Altaria que debería haber salido a las 14.32. Me iba a Sevilla a buscar a mi prole y a MBO. El día 1º de Septiembre (sexagésimo séptimo aniversario de la entrada de la Wehrmacht en Polonia) no es para mí día de labor, a diferencia -por lo que parece- de tantísimos compatriotas cuyo movimiento, el 31, combinado con las infrastructuras de palo de que disfrutamos en la Patria, da en causar semejante colapso.

Como digo, soy poco gritón y no me veo haciendo canción protesta ni blog de denuncia contra RENFE. Supongo que también afecta el hecho de que las tres horas y media de retraso las he pasado leyendo en una salita con aire acondicionado tomando zumos y almendras, y que ahora estoy cómodamente sentado con un whisky en la mano. Aunque sean las 19.30, y en lugar de estar casi llegando a Sevilla, veo pasar por la ventanilla uno de esos paisajes castellanos prematritenses de escaso interés estético. La ventanilla es la pantalla de televisión de paisajes medio desérticos que en otros tiempos, y sobre todo desde otros trenes menos esterilizados, describieron narradores con más brio que yo. Hoy, en el AVE (o en Pato, o en Talgo, o en Altaria, o en lo que demonios sea) la poesía del tren se ha ido a hacer gárgaras en beneficio de la eficacia y la comodidad. Pues muy bien, qué coño. Será el whisky.

Aparte de la novela de que he transcrito antes un breve -y apenas intencionado- pasaje, leo los Ejercicios de estilo de Raymond Quesneau. Miro en derredor y atiendo a los pequeños dramas ('Joder, no llego a la reunión', '¿cómo me las apaño ahora para ir a Jerez?', 'Estos se habrán marchado ya', o, más concretamente 'Coño, bonita, quita esa cara de mala hostia que estamos de vacaciones' que parece querer espetarle el exjurgorista a la rubia de entrecejo fruncido, bonitos ojos verdes y contundente sobrepeso que se sienta a su lado) que traen causa de este retraso. Mil anecdotitas más jugosas que la que sirve de base al ensayo de Don Raimundo. No creo que yo fuese capaz sin embargo de emular los cien estilos, la genial densidad intrascendente del galo.

Sigo reflexionando sobre la potencia cabreante del suceso... en fin, me enfada, eso sí, el cachondeo y la falta de respeto que supone el hecho de que la máquina haya cascado hacia las 13.00, pero los carteles electrónicos (cuando estaban operativos) señalaban una demora de 35'... a las 14.35. Juan, de seguro, se hubiese irritado bastante. Bueno, coño, fijo que Juan no coge trenes por muy altivelocistas que sean. No le veo yo a bordo de semejante medio de transporte, la verdad.

Un tipo grandote al que han machacado su organización de trabajo y descanso habla con una persona sentada a su lado -y un poco para todo el vagón- acerca de que, en realidad, no pasa nada.

Y es cierto. No pasa nada. Al otro lado de la ventana, un hermoso atardecer, cómodamente sentado, bien atendido, a una agradable temperatura. No es como estar muerto de asco, de frio o de calor, de hambre, casi de miedo, en el banco de madera de una estación de tren de la España de mil novecientos cincuenta y tantos, con la pareja supervisando, naranjero en mano, el buen orden de las cosas.