Y con poca inspiración y sobre una mesa de estudio con dudoso orden (tdo por enmedio: el último Sharpe; el número de Automóvil de Septiembre 2006; un disco de versiones de Cole Porter a cargo de Elvis Costello, Sheryl Crow, Diana Krall, Alanis Morissette and many more; el iPod que le regalé a MBO el día de su cumpleaños; notas, post-its, catálogos de cavas para casa; portafolios, libretas. Cosas mil.) me pongo a escribir la entrada de cierre, casi cierre del mes de Agosto; sé que mañana no podré escribir, será día tremendo como ha sido en realidad la semana pasada; sé que dificilmente el miércoles o el jueves encontraré tiempos y el viernes nos vamos a buscar a la pequeña delincuencia al Sur Profundo.
Y, al fin y al cabo -y a pesar de que la escasa defendibilidad estilistico-canónica de comenzar un texto o una frase después de punto y aparte con una cópula Y- es lo cierto que alguna cosita relatable ha pasado estos últimos días, como se verá.
Mi falta de inspiración obedece, sobre todo, a cierta desazón causada porque empiezo a entrever demasiadas entradas demasiado intrahistóricas (y por tanto potencialmente aburridas). Cierto es que me apetecería escribir acerca de mi desazón general con la cosa pública en España, pero temo convertir esto en otro blog liberaloide (en realidad, hay bastantes de esos excesivamente conservadores, de los que caen en el error más tremendo de la progresía, que consiste en aborrecer al contrario y subsidiariamente justificar todas las aberraciones de los del propio lado; vamos, que no hacemos carrera ni de unos ni de otros y la casa sin barrer) y, francamente, paso. En ese sentido, tan sólo caerá hoy la habitual mención de Pere Navarro, ese malnacido, indeseable, demagogo y falseador de estadísticas en perjuicio de los amantes de los coches y la velocidad (c'est-a-dire, yo, un poner), para no perder costumbre, y ya. Como si fuese una jaculatoria, poco más o menos.
Por delante vaya que en la semana pasada, merced a la idiocia programatoria general, MBo y yo no hemos ido al cinematógrafo; que sigo centrado en Paris después de la liberación, 1944-1949 cuyo autor es un viejo conocido, Antony Beevor (tal vez lo conozcáis por Stalingrado o Berlín, La Caida, 1945) y cuya lectura atenta que recomendaría -junto con La Rive Gauche, de Albert Lotmann- a cualquiera que quiera enterarse de qué es eso del París de posguerra, el debut existencialista (y mucho acerca de la supuesta heroicidad gala a lo largo y después de la guerra, el proceder de De Gaulle y la actuación de los comunistas, brillante en la linea en que nos tienen acostumbrados a los europeos) ; y que cuando acabe me espera con los brazos abiertos Brooklyn Folies, que a MBO le ha gustado mucho (a diferencia del resto de Auster) y un Flashman. Curiosos relatos, los de la muy gamberra serie Flashman. Ya contaré.
De momento, tras de semana de
stress posvacacional, la Presidencia y yo concluimos que debíamos hacer algo, de modo que después de hacer unos paseos y compras en la tarde del vienres, nos fuimos el sábado al
Rompeolas De Todas Las Españas, aka MAD, a felicitar el cumpleaños a
Sue y a comer con ella, con D., con
Arbusto el Guerrero y con
Copycat. Un gratísimo encuentro y descubrimiento, grandes jóvenes -si, Sue: con 27 sigues siendo una niña :-D- con quienes nos lo pasamos formidablemente bien, incluyendo dos whiskyes, mucho relato acerca de Kabul y bastante reflexión de garrafón ordenada a la solución de diversos problemas universales, podríamos decir. Y si: hay un par de profesiones que son mal endémico de la Universidad española. Los Ingenieros son otra cosa. :-D
Hacia las ocho nos fuimos cada mochuelo a su olivo y después de hacer unas gestiones, MBO y yo acabamos cenando DESASTROSAMENTE MAL en un lugar que, desde ya, desaconsejo por NEFASTO. Se trata del llamado
Loft 39, donde en una mesita ridícula excesivamente pegada a otra mesita igualmente ridícula estuvimos aspirando los olores de una cocina mal aislada con carácter precvio a tomarnos un
rissotto montonero y un
tournedos de atún (de estos que están empezando a dar en todas partes: plancha ligera por fuera, rojo por dentro) severamente decepcionante, regado con una botellita de
Condado de Haza 2004 de lo más estándar. Pedí la carta de vinos (por supuesto, preñada de obviedades, ayuna de cosas sugestivas) y me dijeron que esperase, que la tenía otro cliente. De hecho, me sirvieron el rissotto antes de traer el vino. Veo que las
críticas que se vertían acerca del lugar en 2005 siguen en pleno vigor. Cierra el garito, Arnaldo.
Acabamos la noche tomándonos una copa en el Glass y otra en el Susan (la margarita, como siempre, colosal. Mi Bloody Mary, muy bien hecho, aunque olvidé indicar que fuesen cautos con el tabasco), no sin antes constatar que Wendy se había quedado sin pilas en el móvil. En fin, una lástima.
El domingo amaneció glorioso. Una de esas mañanas de domingo de Madrid con el cielo claro y azul, no demasiado calor, un levísimo vientecillo. Desayuno poderoso. Camino al Prado; como sabéis, hay una interesante exposición -una de estas exposiciones de la nueva era, todo pedagogía- acerca de
Picasso en el Prado y en el Reina Sofía, y resultaba un plan apetecible para una mañana como esa. Y allí que nos fuimos, claro... para constatar que otras cincuenta mil personas, más o menos, habían pensado lo mismo que nosotros.
MBO tiene una tesis que a grandes rasgos supone lo siguiente: "yo no hago una cola de más de quince minutos por casi nada en el mundo". Aquellos de vosotros que la conocéis sabéis que es una mujer inteligente y muy guapa, y con las ideas extremadamente claras, y que, con dulzura pero con firmeza, defiende sus planteamientos. Uno de los aspectos de esa realidad vital es éste. Y a mi me parece muy bien: odio las colas. Así que prescindimos del malagueño y nos dedicamos a la exposición permanente del Prado.
Y qué voy a decir. Desde un punto de vista hedonista, de admirador rendido de la belleza no hay palabras. Desde un punto de vista patriótico podría uno ponerse a sostener que no debemos ser tan cafres como pueblo cuando hemos constituído la mejor pinacoteca del universo. No me enrollo, quien no haya estado en el Prado (varias veces: como todos los grandes museos -el Louvre, la National Gallery, el British Museum, el Metropolitan- debe ser troceado y visitado de a poquitos, para gozar y no saturarse) debe ir al punto; encima en domingo es gratis. Toma ya. Nos vimos Rubens, Velazquez y Goya y después de comprar unos papeles majillos a un pintor callejero nos fuimos a la Cuesta de Moyano a remover cajones de lance.
Llegaron las dos y cuarto y, en un timing perfecto, casi militar, estábamos a escasos diez minutos del restaurante del Hotel Urban, el Europa Deco, que nos quitó de un plumazo la mucha mala leche que habíamos hecho la noche anterior. El lugar sirve un menú degustación maridado, cosa muy recomendable: no hay que tomarse la molestia de pensar: llegas, señalas que deseas dicho menú y te van poniendo platos y copas por delante. El restaurante en cuestión, me dijo MBO, tiene un Chef conocido internacionalmente por trabajar muy bien el atún rojo. Hostia si lo es. Levité, no puedo decir más, con el entrante, consistente en atún en cuatro servicios (el digamos solomillo, un tartar -exquisito el punto de la mostaza de dijon-, el llamado descargamento y el corazón), a cual mejor. Regado con Anna de Codorníu, como también el aperitivo previo: perfecta selección. Luego sirvieron un gazpacho de tomate cherry amarillo exquisito, sorprendentemente acompañado de un Albariño (maridaje aparentemente imposible pero muy cuadrado, sobre todo porque el albariño era rico: mejor boca que nariz, pero rico de verdad. Buscaré la referencia y lo pondré por aquí). La merluza, preparada sobre un fumet y con un par de almejas exquisitas estaba perfecta, como también el albondigón de vaca kobe (aunque había leído acerca de esas vacas magníficamente tratadas que dan una carne sublime nunca lo había probado y nos satisfizo. Mucho). Pasmoso que el vino que acompañaba, en principio vulgarcillo para mi gusto -un Protos Crianza- estuviese tan redondo y con tantos matices. Lo único que no fue tan interesante fue el plat de résistence, un secreto ibérico sobre un rissotto de matanza no muy de mi gusto, si bien es cierto que a esas alturas con dificultad podíamos comer algo más. Los postres estaban muy buenos también, y MBO los acompañó con un Pedro Ximenez al que yo renuncié. He de reconocer que pedí la carta de vinos por alparcear un poco y la ví un poco incompleta, y, sobre todo en las denominaciones menos frecuentes que conozco bien, inadecuada y algo ramploncilla. Pero eso no debe ocultar el hecho de que comimos sen-sa-cio-nal-men-te bien.
En fin: con lo relatado este vuestro hedonista anfitrión y su amada esposa pudieron regresar a Zaragotham (yo dormidísimo, a pesar de no haberme bebido una copa después de comer: condujo MBO) y afrontar la mañana de hoy con fuerzas y ánimos. Esta semana, última antes de que nuestros hijos vuelvan de vacaciones, va a ser jodidamente dura, si. Pero... que nos quiten lo bailao. :-D