Empecé a escribir esta entrada haciendo anotaciones en las libretillas y con los lapiceros del hotel de Atenas. Cuando me puse a transcribirlo -y por tanto a re-redactarlo- me dí cuenta de que era un auténtico pestiño. Hoy he borrado todo, para ofrecer una síntesis prudentemente breve (y si, sigo siendo Hans a pesar de todo). No se puede estar sin escribir tanto, tanto tiempo: uno odia molestar y el ladrillo que estaba saliendo aburriría a las piedras.
Dicho lo anterior: hay que ir a Atenas. A pesar de que sólo pueda volarse vía Iberia (y por tanto caro y potencialmente huelguizable: nos libramos de las cabronadas seplísticas gracias a volar desde El Prat), a pesar del caos ciudadano de esa ciudad donde lo que se construyó hace treinta siglos es señaladamente más hermoso y armónico que lo que se levantó hace apenas diez años, supongo que vertiendo abundante hormigón sobre zanjas apresuradamente abiertas y aún más velozmente tapadas; a pesar del calor, que tal vez afecte mucho a los yanquis o a los frankfortenses, o a los moscovitas, pero no a nosotros: cuando se viene de la ciudad en medio del desierto, los 40º no son si no una anécdota.
Y a pesar, también, de que si alquilas un VW Polo y lo dejas perfectamente aparcado una noche después de cenar -gloriosamente- en un restaurante en el Pireo al que fuimos con nuestros amigos casaderos, es posible que al día siguiente pierdas media mañana tratando de convencer al funcionario Theothocopoulos Peláez de que no había prohibición alguna en el lugar. Infructousamente, claro: véase: "Good Morning. Do you speak english, please?" "No. Do you speak greek?". Eso si que es arte en la prevención de conflictos, eso si que es un catenaccio argumentativo con dos cojones. Al final, después de entregar 60 EUR de la multa y 65 de la grua, y 0.5 EUR por una incomprensible tasa de devolución de placas de matrícula (¿?), conseguimos recuperar estas últimas (¿concebís método más eficiente de fiscalizara los infractores que no pagan las multas que el de RETIRAR LAS PLACAS de los coches multados?) recibiendo a cambio abundante resguardo de papel de pagos al estado griego.
Condujimos tres días (casi mil quinientos kilómetros) por la Península gozando de la absoluta belleza del monte mediterraneo, MBO lloró -no es matefórico- ante tanta belleza en Delfos, aluciné -otra vez- con la sabiduría de nuestros ancestros al determinar las localizaciones de sus -por ejemplo- teatros en Epidauro, fabulando con un concierto que jamás podría sonar mejor, o descubriendo un lugar como Nauprio, relativamente fuera del circuito usual.. Tomamos el perfecto crucero turisticutre para ver tres islas (no time for better chances). Y, gracias a no sé exactamente qué, tampoco sufrimos demasiado la presencia de turistas standard, salvo quizás visitando la Acrópolis. Estos días, por cierto, he estado reflexionando acerca de la conveniencia o no de la reconstrucción o no de las ruinas, y el modo en que esto se efectúa: luciendo y evidenciando debidamente las intervenciones (postura griega actual) o sometiendo a los materiales a tratamientos para que "lo moderno" no destaque entre lo original (pensamiento, por ejemplo, de Viollet-Le-Duc). La idea no es, creo, baladí, sobre todopensando en el futuro y considerando que las obras maestras de la arquitectura moderna (vale decir, la posterior a la primera guerra mundial), los grandes edificios corporativos, infinitamente más efímeros que los equivalentes de la antiguedad, van sufriendo cada diez años apenas intervenciones profundas que van deformando su esencia original...
Y fue divertido desempolvar los estudios de griego de MBO para leer los carteles de las carreteras en cirílico (aunque muchos de ellos están traducidos, cierto es), sin bien debe decirse que Grecia se rige por el principio de mínima información en general. Los desayunos -salvo, como en todos los hoteles del mundo, el café, que rebauticé como cacocafé- hubiesen satisfecho a Dwalks claramente, no así el comistrajo que nos sirvió Iberia a la ida (pasta de colegio apenas salseada con tomate triturado y pastelillo letal). Por lo demás, en general, en Grecia se come muy bien y más bien barato. Me parecieron peor los Restaurantes de Gran Pretensión (La Estrella Michelín de Atenas, por ejemplo, entregada desde luego por los de la Guide Rouge con MUCHA generosidad) que los sitios más simplitos donde sueles comer cosas a base de materias primas poco sofisticadas tratadas de manera honesta y muy bien de precio. Y aplaudí los retzinas que me tome, y ese sabor balsámico y limpio que cuadra bien con lo que comes. Aunque, curiosamente, no debe tomarse frío.
Y la boda... Ah, la boda. Como primera indicación: qué jodido es bailar sirtaki. Yo, que me pasé toda la semana bailoteando por aquí, allá y acullá, me inhibí al punto en cuanto entró el cuerpo de baile profesional al estradillo-pista de baile que se había instalado en el jardín de la casa de la novia. Joder, qué difícil es hacer eso como Dios manda. Viendo bailar a la novia comprendí que mi amigo va a descubrir la disciplina en su matrimonio: la forma de bailar de una mujer delata su actitud en relación a la dicotomía mando/obediencia.
Nos tocó una divertida mesa con algunos amigos hispanos -paradójicamente no muy animados-, una pareja italobelga (él, a pesar de su condición flamenca, era un tipo muy divertido, y la italianita era rotunda tanto espiritual como físicamente: una mujer oronda y con destreza de seducción, con un poderoso traje azul eléctrico y toda la gracia bailando. Lo mismito, si les recordáis, que los compositores de jingles publicitarios de "Los Amigos de Peter", como acertadamente dijo MBO).
El Comisario Salvo Montalbano (me llevé tres novelas, así como La Concesión de Teléfono, del mismo autor) ha sido mi compañero en este viaje junto con el último Douglas Coupland, JPOD. Me hace gracia coger a éste ahora que lo de la Generación X es historia, y creo que sigue escribiendo bien, muy bien, incluso cuando lo que genera no son si no listas aleatorias, tan escritura automática. Digamos que el tarro le sigue funcionando curiosamente bien a la hora de conectar. Y resulta cachondo eso de que haga un cameo en la novela.
Y no os aburro más: demasiado me he alargado para lo que pretendía. Eso sí, queridos amigos: no me voy sin deciros que ayer, catorce de julio, Hans accedió a su cuarta década. Muchas gracias a aquellos que me felicitásteis vía sms, desde aeropuertos, desde la montaña. Y gracias a los lectores por sobrellevarme a lo largo de buena parte de mi 39º ejercicio.