27 abril, 2006

Do (l/ct) or.

El martes, 25, después de tan grato bridged-week end me levanté, me duché, me afeité, me puse un traje azul y una corbata roja con caballinos rampantes azules, me pasé -antes de seguir ruta- por una de mis dependencias a comentar un asunto a medio resolver, y cuando me levanté del muy moderno y muy estético confidente-azul-y-transparente en que estaba sentado comprobé que empezaba el mismo dolor que me partió en dos en NYC, sólo que, esta vez, en versión corregida, aumentada y acelerada: lo que en NYC había sido un proceso de sufrimiento creciente de como tres horas de duración entre el inicio de la molestia y el apogeo doloroso fue aquí un latigazo fulgurante y horrible que hizo que cogiese directamente un taxi y me fuese a Urgencias donde el Facultativo, por este orden, me inyectó un chute de no-sé-qué y me dijo -literalmente- que pidiese hora en el especialista de Digestivo. Si: Digestivo.

En ese momento de mi segundo episodio de espasmo muscular, mi conciencia no pudo reaccionar demasiado habida cuenta la batalla que se libraba entre vahos de droga y nubes de dolor, que pujaban inter se. No pudo reaccionar, como digo, y el Dotó evitó así que le espetase algo del tipo "pero... ¿está V. gilipollas, o qué?

Volví a casa, verifiqué el proceso inverso: me quité el traje azul y la corbata roja etecé, me tumbé de nuevo en la cama, me tome cuarto y mitad de cyclobenzaprine y de acetaminophen/codeine... y esperé a que el dolor horrible remitiese. Y cuando así fue, llamé a uno de mis médicos de confianza que me confirmaron la intuición que -junto con la conciencia ya menos dolorida- había ganado terreno: no por ser Doctor quién la profirió, era menor la chorrada digestiva.

Ayer por la tarde visité (o, empleando el modismo clásico, me visité) con mi médico de cabecera que protegió en parte a su colega de urgencias, pero acabó dándole la razón a su otro colega (mi ya citado médico de confianza) y aún a mí mismo en cuanto a la naturaleza de "Parida de Grado I" del aserto del médico urgente de constante mención.

En cuando a la esencia de mis males, que nada: una neuralgia vulgaris que no merece siquiera resonancia ni visitar(me) al(con) el neurólogo. No las tengo conmigo del todo, pero en fin, ellos sabrán. Yo sigo tomándome mis pastillitas. Ciertamente, ya no me duele tan apenas, pero...

Como el tiempo pasa demasiado veloz, y tengo demasiadas cosas que hacer (y eso que puedo agradecer que esta semana no era demasiado abyecta), hoy me he levantado para trabajar. En fin. Sólo me queda canturrear: "Y ahora estoy/aquí sentado/jurando en swahili/y bien fastidiado/junto a mi pecé/y un montón de papel..."*

____
* Póngasele soniquete de Cadillac Solitario. Se la dedico a Quic y a Cranston, que a lo mejor me están leyendo. Ay, qué dolor.

24 abril, 2006

¿San Jorge? Si, coño: San Jorge.

Pues resulta que ayer era San Jorge, una fiesta que se celebra en todos los territorios españoles (todavía) que conformaron aquello que era la Corona de Aragón. Sutil concepto éste, el de la Corona de ARAGÓN, y no otra cosa. En fin, dejémoslo, pero no olvidemos que ayer era San Jorge, SAN JORGE. Otra(s) denominación(ones) es(son) mera(s) traducción(ones). Dicho queda. Esto ha hecho de este un fin de semana más largo: como caía en domingo, hoy lunes ha sido fiesta. Eso siempre resulta grato.

Este fin de semana se celebraba una fiesta en MAD que me fastidió perderme, pero he de reconocer que había motivos para no acudir; fundamentalmente, el bautismo del hijo de la socia de MBO (un acto a priori no muy atractivo, salvo por el hecho de que la Familia son personas a las que queremos mucho. Lo peñazo del viaje de 130 klicks ida/130 vuelta se vió compensado por lo agradable que fue todo). También teníamos el concierto de Paul Collins en ZAZ.

La fiesta perdida tiene su aquél. Alguna vez hablé aquí de la llamada Célula Revolucionaria Básica: los dos grandes amigos de la Uni, uno -D.- filólogo él (de quien si que hablé aquí) y el otro, M., compañero de carrera que también ha llegado donde quería llegar (por no entrar en detalles). Tengo que encontrar copia de algún manifiesto que teníamos, para dar la justa medida intelestuá de lo que era la cosa. Tenemos todos la misma edad, y este sábado era M. quien celebraba el sangriento evento junto con Su Santa, S, que también, como M., como todos nosotros, cumple forty en 2006.

Fue en casa de los padres de M. donde hace muchos años (12? 15?) coincidí por última vez con Isabel, AKA Mai Meneses, que acaba de sacar un disco bajo la denominación Nena Daconte. Si, hombre, os acordaréis: Mai Meneses, una niña que fue expulsada fulminantemente de OT en el único capítulo de ese programa abyecto que me he tragado jamás. Fue con ocasión de otra fiesta de cumpleaños de M., precisamente, y allí estaba yo con mi Rickenbacker, para tocar algo, y ella también cantó algo con su novio de entonces (un tipo que tenía una Fender mexicana, una Strato azul claro si no me equivoco). Una de esas veces en que acabé a las mil y media de la noche cantando The River en el jardín junto con un chaval que, según creo, es ahora notario. Al día siguiente, desayunando, Isabel nos contaba de sus dudas acerca de la necesidad de encontrar un "estilo" y yo, que ya conocía algunos de sus temas (la chica lleva haciendo canciones desde hace eones, y yo tenía una maquetilla que me había pasado M.) hice una adaptación de circunstancias de una cosa suya, intentando orientarla apenas interesadamente en la siempre sana dirección Chrissie Hynde (la chica tenía, y hoy con más razón, mucha más voz que la que mostraba en esa cosa de oté) orientación que mereció el aplauso de M.
De M. hay que decir que, de todos los compañeros de promoción de esa nuestra carrera, es simplemente el mejor. Era la cabeza mejor amueblada a nuestros efectos profesionales, y sin duda alguna uno de los más brillantes, si no el más, intelectualmente. Digamos que probablemente tampoco iba mal equipado de situación familiar, pero desde luego todo lo que es se lo debe a su capacidad profesional. Sólo a eso, porque su capacidad dee procurarse enemigos no conoce límites, sólo que tales enemigos no suelen osar retarle: saben que serían demoledoramente revolcados por la ironía apenas hiperdestructiva de M. M. vive tranquilo con su mujer y su hijo, hace su trabajo muy bien y sigue leyendo filosofía con la voluntad de llegar a asir La Realidad y la conciencia de que ello es imposible. Eso si, con fondo musical power pop, cosa que le honra, y haciendo tanto wind-surf como le permiten las circunstancias. Supongo que los CDs que haya grabado para la fiesta serán espectaculares.

A Mai no la volví a ver hasta que salió en la tele, y supe que mis padres la habían visto hace no mucho cantando Jazz en un restaurant muy chulo en Cadaqués. Parecía contenta, me dijeron, y me alegré.
Me tienen dicho que lo de Nena Daconte se está vendiendo muy bien (muy de circuito cuarentas y ese tipo de cosas, pero con un punto "como mejor"). Lo compré, y faltaría a mi deber crítico si no admitiese que tiene unas cuantas -no pocas- buenas cosas. Creo que canta un punto más agudo de lo que me gusta (sé que puede hacerlo más grave, tiene fuelle y modula muy bien), y creo que a su compañero de armas, un tal Kim (Joaquín, imagino) le faltan un par de hervores para producir un disco así. Por lo que colijo de los datos disponibles, ellos lo grabaron, lo mezclaron y lo produjeron y se lo llevaron a Universal que se lo compró tel-quel. Fantastisch, sin duda, en estos tiempos. Sólo que en la producción el tal Kim se ha dejado llevar por su entusiasmo por las trompas, trompetas, trombones y demás metales, cagando severamente -vid infra- algún tema con tanto soplamiento. Si los pianistas son peligrosos, los guitarristas con complejos/con favores que pagar pueden serlo mucho más. Pero bueno, aparte de eso, bien. Algunos de los temas podrían haber sido escritos por una hipotética Christina Rosenvintge -qué gran mujer- que no se hubiese juntado con Ray Lóriga, o, más bien, que no se hubiese ido a NYC -esa gran ciudad- a vivir de seguido. La continuación lógica de Días Grandes de Teresa, o de Piedras en el Corazón, o de Dani, por ejemplo. Entre otras y sobre todo, escuchad Marta. Creo que los metales de esa canción, que habla de una triste historia que conozco, son precisamente los que hacen que desconfíe del Kim ése. Yo que vosotros me hacía con el producto, sobre todo antes de destriparlo. Es bueno.

Y bueno, el sábado noche tuvimos concierto de Paul Collins, que fue absolutamente formidable. Mejor que en El Sol, de hecho, aunque sólo hubiese cien personas o así. Empezó naturalmente tarde: pudimos llegar tarde, tomar posiciones y cerveza, saludar aquí y allá, y sólo entonces salió a escena, acompañado por sus fantásticos New Beat. El batería es la caña, y Octavio -ex-Protones- es un guitarrista power pop inmejorable. Viéndole tocar (debe tener mi edad más o menos) yo me hacía la composición de lugar de lo cojonudísimo que tiene que ser que te fiche Paul Collins (que para todo powerpopero de pro es una referencia de primera) para tocar con él. Desde luego, a mí me pasa y no sé yo qué hago. Eso sí, el amigo Octavio me trata un poco mal las guitarras (la pobre Telecaster roja que utilizó junto con una Strato y una SG se llevó unas hostias tremebundas e inmerecidas contra el ampli -un VOX AC30- a la conclusión del 2º y tercer bises. Como el concierto era bastante familiar, cuando Paul Collins llamó a escena a algunas jóvenes del público, MBO no tuvo empacho alguno en subirse a bailotear, sudando debidamente la camiseta. Grande MBO. El Maestro, con muy buen sentido, ha renunciado a esa gorra inaceptable que llevaba en El Sol, y lució un craneo muy Gruppo Sportivo. Todo elegancia. Desde luego, se ganaron las habichuelas. Luego fuimos a tomar una copa a un garito próximo, donde vinieron ellos con el organizador a quien conozco y estuvimos departiendo tan ricamente. Muy bien, muy bien.

Los días de ayer y hoy han pasado laxamente, para qué negarlo. Ayer tarde algunos capítulos de Sex and the City, ver Troya por la noche con los niños (acto seguido ponían el Julio César de Manckievitz, y aunque no nos quedamos mucho, bastó para comprender que los clásicos, por los clásicos. No por Orlando Bloom ni por Brad Pitt)
.
Y mañana... Mañana será otro día. Urghs.

21 abril, 2006

El pintor de batallas


Vaya por delante que, a mí, la obra de Pérez-Reverte me gusta, en general, mucho. He leído TODOS los libros que ha publicado, y leo con frecuencia –casi sistemáticamente- el artículo ése que publica en el Semanal que se entrega junto con el Heraldo de Aragorn (periódico del que hablaré otro día, por cierto: lo merece). Algunas de sus novelas las he devorado literalmente, sin poder dejarlas. Vaya por delante, además, que a mi AP-R me cae bien, y que me gusta que alguien que escribe una columna sepa Historia de verdad, sepa Historia de España (y de la Corona de Aragón, jisjisjisjisjis) de verdad, haya leido a los clásicos de verdad. Ojo con las tres cosas que acabo de señalar: me tranquiliza pensar que si me lo tropiezo en alguna ocasión habrá guiños que comprenderemos, aunque tal vez seamos los únicos. Para concluir, le debo a Don Arturo el descubrimiento de Patrick O'Brian, cuyos veinte episodios de la serie Aubrey/Maturin me han proporcionado ilimitados placeres: a mis ojos, mérito personalísimo de AP-R.

Bueno, a lo que iba: como digo, puedo hablar de la obra de Arturo Pérez-Reverte con conocimiento de causa, y, sobre la base de tal conocimiento, me atrevo a establecer tres vectores en su obra escrita:

- Novela histórica.
- Thriller.
- Exabrupto jocoso de todo tipo.

Como lector de novela histórica con cierto conocimiento del género, creo que al Académico se le puede dar un ocho u ocho y medio sobre diez, bien cumplido: es extremadamente riguroso en formas y fondos; ya en El Húsar -aún dubitativa en estilos, debe ser la primera cronológicamente- la cosa está pero que muy bien trabajada. Aquellos que gustamos de la Historia y militaria ponderamos mucho el rigor en la descripción de momentos y lugares, de uniformes, armas y esas cosas: nuestro autor sabe e investiga. La serie Alatriste, que es el culmen del invento, no sólo tiene el encanto propio de unos contenidos cuidadísimos y unos diálogos brillantes (desde luego, cuando en 1996 escribe El Capitán Alatriste, el Maestro ya ha pulido manera, y sigue currándoselo a modo) si no también la genialidad de seguir el modelo literario-retributivo Dumas: folletonización de la literatura, con dos cojones, a la altura del siglo XXI: vamos, que se forra cada vez que saca un capitulillo con una periodicidad casi prefijada, Navidad tras Navidad. Y TODOS le compramos el libro, y lo regalamos, y triunfamos con ello, y bien a gusto TODOS. El Maestro de esgrima, que no es propiamente una novela histórica, si que se recrea, empero, en lucir el conocimiento -anterior o adquirido, tanto da- de AP-R en cuanto a la esgrima, enjaezándolo en un ambiente preciso y en el rigor moral del protagonista, todo lo que me permite meterla en este saco, con tan escaso rigor como dudas al respecto. Una preciosidad. Y qué grande es el protagonista, qué coño.

Como también soy lector de thrillers, puedo decir que AP-R gestiona con destreza también este negosi. Cachito, que a todo el mundo le pone mucho por la peliculilla aquella que hicieron, a mi no me dice gran cosa, pero luego la cosa evoluciona muy favorablemente, incluyendo La tabla de Flandes, El Club Dumas, La Piel del Tambor, La Carta Esférica (con algún matiz, como señalaré) y La Reina del Sur. Buenas novelas en su género, aunque los sevillitas más rigurosos se cabrean mucho con La Piel del Tambor por tocar temas hispalenses sensibles sin el debido respeto. En líneas generales, poco tienen que envidiar -tanto literariamente como en términos de valoración dentro del género- las mejores de esas novelas a la obra de Crichton, Grisham o Follett.

El exabrupto jocoso (descalificación a saco paco de quien considera descalificable -en muchas ocasiones con razón- con ironía contundente, mala leche bien distribuida y sin recato en el empleo de la palabrota) en el análisis sociológico catastrofista del estado de la Patria, o cuando se refiere al escasísimo conocimiento histórico del personal en España, o cuando pone a parir a TODOS los políticos, o cuando se cisca en las estulticias separatistizantes (y esto tiene mucho mérito en un cartagenero), o abominando de la corrección política me parece cojonudo: tal es lo que hace en su columna semanal; ese punto de vista se proyecta en alguno de los protagonistas de los thrillers. Es correcto, supongo que todo autor tiende a prolongarse en alguno de sus personajes. Esa parte, bien. Además, qué leches, coincido con él en muchas de las cosas que piensa y escribe.

Sin embargo, cuando en Cabo Trafalgar (novela que por lo demás me gusta mucho) hace hablar a los grumetes del Antilla cual si fuesen estudiantes muy maleducados de tercero de ESO, o cuando un capitán de navío francés usa jerga del común, la cosa chirría, máxime cuando el tipo se ha pegado la currada cósmica de diseñar perfectamente la Antilla, y, lo que es más importante, insertar su actuación en la lamentable jornada del veintiuno de octubre de 1805 con el rigor que le caracteriza. No me parece que aporte nada literariamente. Ahí está el problema, del cual se llega a ser consciente después de cierto análisis: que ha tratado de hacerlo como aplicación de una reflexión teórica al respecto. No es un juego: se está tomando a sí mismo muy en serio al hacerlo. Creo que es un error.

Y llegamos a la novela de que quería hablaros. El Pintor de Batallas. Digamos que en una entrevista que leí hace un par de fines de semana o tres en EPS Don Arturo mostraba su lado más oscuro, que viene ya exhibiendo en mayor o menor medida en su columna en los últimos tiempos. La subyacente del oscuro de ese gris es, más o menos, la siguiente (ojo, que esto es la transicripción de una suposición mía sobre su línea de pensamiento: Soy marino, voy ligero de equipaje: cuando llegue -que llegará echanlo virutas- el desastre que se cierne sobre( v/n)uestra cómoda sociedad occidental, a manos de los salvajes del sur -en cualquier de sus modalidades: morisma infamante dirigida por Muláhs crudelísimos, caníbales centroafricanos empujados por una hamburna secular-, se os van a comer con papas porque os habéis creido la falacia rousseauniana de la posibilidad de que el hombre sea bueno, cuando lo cierto es que nuestra civilización es sólo un barnicillo sobre nuestra esencia de hijoputas homicidas, y al creeros esto habéis olvidado cómo defenderos. Y yo, como voy ligero de equipaje y soy consciente de esa incómoda verdad, lo mismo yo sí que me salvo, si es que llego a mi velero. Casi se le ve. al Maestro, largando amarras en el Puerto de Cartagena -un poner- en el preciso momento en que un negro canibal se papea al práctico de dicho puerto o justo cuando un grupo de moros perniciosos hacen volar por los aires, Inch' Allah, un buen montón de los lujosos yates pecadores que hay por ahí. Y él, con esa mirada de ojos entrecerrados que da tan bien la imagen de periodistaventurerohombredeacción, cazando la mayor navegando de ceñida (si es que eso es lo físicamente posible; no sé de dónde entra el viento en Cartagena y, a diferencia de nuestro Autor, no voy a ponerme a buscarlo), navegando hacia alguna Isla semiperdida y paradisíaca donde estarán varios de los viejos colegas, mayormente pescadores, gente simple, noble de mirada franca, hombres de poca palabra -pero fiable- y actos medidos y contundentes. Gente a la que si contar el nombre del propio barco-. Habrán creado con los años ahí entre todos -quizás, oh paradoja, con cargo a los tan civilizados derechos editoriales del buen amigo Arturo- un depósito de armas, víveres y esas cosas que son necesarias para la supervivencia.

Esta situación espiritual -y es posible que AP-R se la crea de verdad, no lo niego; no lo sé, así que ahí queda- se combina con una cosa muy peligrosa, que es la condición de Académico del Maestro. Vaya por delante que AP-R tiene MUCHOS más merecimientos que muchos de los académicos de la Real (un recuerdo especial a Cebrián, que, aparte de su Padrino, no sé qué méritos tiene para estar ahí), aunque supongo que quien más, quien menos, filtrará alguna impertinencia al respecto. Aunque no creo que se lo hagan muy alto ni muy a la cara: en un muy legítimo uso de su derecho de réplica, AP-R le aplicó un varapalo de notable contundencia y diría que merecidísimo a Francisco Umbral hace algunas fechas (tuve una discusión épica con mi Augusta Madre al respecto. Doña P. es muy fans del Umbral). Pero bueno, a lo que voy. Esos tintes gris -tal vez gris sucio- se filtraban quizá también en La Carta Esférica.

Hoy, en El Pintor de Batallas, hemos llegado al summum. No diría que debe ser orillada, no. Me atrevería a decir que Pérez-Reverte, tal vez -insisto- por su estado de ánimo/creencia real en la merdaceidad implícita del mundo, o, también o alternativamente, por mor de la presión de escribir algo-que-no-se-encasille-en-los-tres-epígrafes que he citado más arriba, y que quizá no sean los adecuados-para-un-Académico (y esta es la primera vez en esta entrada que empleo el término con toda la mala hostia), se ha visto compelido a escribir un ensayo y revestirlo de novela.

La obra tiene un argumento de una simplicidad apabullante que no transcribo aquí para no reventárosla (hasta mí, verborrágico irredento como sabéis, me sobraría espacio en cuatro líneas para explicarlo). Me gustaría saber si Don Arturo ha tomado una lámina y ha esbozado -no sé si entre sus dotes artísticas está la de la pintura y/o la del dibujo- al protagonista real de la obra (esto es una obviedad, sale hasta en la entrevista de EPS; el protagonista es el cuadro). Me gusta la reflexión acerca de la pintura de batallas como género desaparecido -si bien quizá no ha pensado en los cuadros que tantos veteranos de la Segunda Guerra Mundial y aún de Viet-Nam perpetraron: punto en contra para AP-R- y ciertas pinceladas -paradójicamente- acerca de la fotografía. Eso está bien. Me jode que haya escrito algo así pues temo que de algún modo se ha visto empujado por razones ajenas a su voluntad: razones como la manutención de la gloria académica, llevar la contraria a sus enemigos, o un estado de ánimo letal. Y es que, además, ha tomado al protagonista de todas sus novelas (en todas le encuentro), y ha eliminado de él el punto noble que en todas acababa exhibiendo, le ha desprovisto de ese punto humano, demasiado humano que hacía que siempre, al final, el tipo se acabase jodiendo por la chica, o por el amigo, o por sus principios, o por algo que, qué cojones, merecía la pena. A pesar de ser tan supuestamente cabrón, tan aparentemente autosuficiente. Aquí, al final, el prota lía al otro con un alambique dialéctico bastante insostenible. Mal.

No es mala. Pero no acabo de verla. Y, además, hay un cierto preciosismo, un a modo de culteranismo que no me incomoda -evidentemente, sería yo muy cínico si así fuese-, pero que contradice la economía de medios de que tanto dice gustar Don Arturo.

Que tengáis un buen fin de semana.

19 abril, 2006

When I was... (y II)

(Prosigue)
Lunes, diez de abril: Después de muy satisfactoria dormición, después de desayunar bien de fruta, y, esta vez sí, el tan deseado b/pretzel, y con idea de adquirir una idea general de la ciudad nos montamos en un bus con un guía de origen argentino (aunque a efectos de lo que voy a contar podría haber sido perfectamente turcomano, surafricano o taiwanés. O español, desde luego), especimen cuya condición racista (tendríais que oir las afirmaciones acerca de los habitantes del Bronx o de Harlem, si bien estos últimos ya casi alcanzaban la condición de semi-humanos) sólo se veía superada por su machismo desaforado (al pasar por delante de Tiffany's le faltó tiempo para decir las previsibles tontadas acerca del "Paraíso para las Damas, Infierno de los Cabasheros"), cosas ambas que no se veían especialmente aplacadas por su voluntad de dedicar demasiado tiempo a recomendarnos tiendas para hacer compras, apuntar dónde vive el actor Peláez o a cuánto está el m2 de piso en determinado punto de la Quinta Avenida (BTW, no demasiado asombroso para el españolito medio).

Recorrimos nuevamente el lateral oeste de Central Park, llegando hasta Harlem, bajando por la Quinta hasta Broadway y llegando finalmente -después de haber disfrutado nuestro primer atasco neoyorkino- a la Zona Cero. Aquí es donde yo debería introducir la reflexión filosófica acerca de esta civilización que elimina, a diferencia de las anteriores, la Ruina (las ruinas) arquitectónicas, eliminando toda traza de lo que hubo, pero me abstengo, que ya está siendo esto suficientemente largo

Allí huimos de las garras del galteríano individuo, para coger (perdón: en este caso tomar) el Ferry a Staten Island, ida y vuelta, pasando por delante de la Estatua de la Libertad, y pasando en términos absolutos de Ellis Island. Miss Liberty, la verdad, no me sorprendió gran cosa. Me gustó mucho la travesía, y el absurdo ése de tener que bajarte por una puerta para montar seguidamente por la otra y así poder regresar, todo ello a sorprendente coste cero. Por lo demás irrelevante. En esa tesitura, y una vez de vuelta en Manhattan, optamos por irnos hacia el Village, a Bleecker St. a intentar comer en algún sitio majete de los que nos había recomendado, por ejemplo, Dama Delicata aka Gachas. En llegando a dicho área ya fuí viendo que me encontraba francamente mal: tenía un dolor horroroso en la parte baja de la espalda o superior de la pierna derecha; vamos, por simplificar, en lo que viene siendo propiamente el culo, subsección nalga derecha. Esto sería muy gracioso de contar, si no fuese porque hacia las 15.30 no podía sentarme: comer fue un suplicio, pues me tenía que levantar cada cinco minutos (cierto es que la Minestrone del lugar estaba de escándalo; no así el Chianti, que era de los de modelo gaseosizable, pero, claro, no había Casera). Tan tremendamente dolorido estaba que, a pesar de que pasé -y aún entré- en una tienda donde había una Grestch de las de verdad -americana- por aproximadamente unos 3/5 de su precio en la Patria, no tuve ánimos para probarla (y comprarla). Exactamente igual que la de la foto, mardita sea.

Volvimos al hotel en un taxi -el viaje si que fue el horror, y no lo de El Corazón de las Tinieblas- y mientras MBO se iba a dar una vuelta traté de descansar, pero era imposible: estar tumbado era dolorosísimo, como también estar sentado.

Lo más lamentable es que nos habíamos ido de Zaragotham con entradas reservadas para ver La Traviata en la Metropolitan Opera House, y, siendo perfectamente consciente de que no iba a poder estar sentado tres horas, hube de renunciar a la representación. Conforme la tarde iba pasando iba estando cada vez peor, al punto que, hacia las 18.00, comprendí que la cosa era más seria que simple sobrecarga por cansancio, y opté por llamar a un médico. No os aburriré con los dimes y diretes administrativos con las compañías de seguros médicos que estas cosas conllevan por muy dorada que sea la tarjeta correspondiente (aquí iban unos juramentos que he omitido). Valga con decir que, como tres horas después de empezar el proceso, y sufriendo very, very acute pain, vi entrar en mi habitación del hotel al señó dotó. Soy incapaz de recordar el nombre, pero vamos, podría haber sido Rabindranath Tagore o asín. Hizo los exámenes, palpaciones -castas- y observaciones oportunas y concluyó diciendome que se trataba de un espasmo muscular, a efectos de cuya relajación me aplicó un jeringazo king size de calmante y recetándome un par de prescripciones tremebundas que MBO compró al día siguiente bajo la severa observación de la farmaceutica, que se las vendió sólo previo juramento de ser (ella) persona de buena familia, intachable moralidad y casada por la Iglesia con el paciente (yo), en unos tubitos como ése que emplea el Dr. House para llevar sus pirulillas. Por cierto, sospecho que una de las dos que me endosó este tipo era exactamente lo que toma el citado Greg para calmar los dolores de su pierna. Si no son tal, desde luego, son las que emplean para calmar las penas de los elefantes con dolor de colmillos.

Martes, 11 de abril.- Todo el día absolutamente drogado. No exagero: dormí TODA la mañana (cierto es que después de haber llamado una noche toledana) y me levanté sólo para comer algo a una cuadra del hotel. Por la tarde, three quarters de lo mismo. En los escasos ratos conscientes me dediqué a leer novelas de Mankell y del Fusilero Sharpe que, afortunadamente, me había llevado, conforme a mi costumbre de llevar siempre lectura de sobra. No abrí, sin embargo, el último Mendoza, que la adorable Wendy nos regaló la noche de antes de la partida. No tenía demasiados ánimos.

Miércoles, 12 de abril.- Sólo parcialmente recuperado, siempre en estado de semi-dopaje concluí al despertar que esto no podía ser, y me levanté, e iniciamos la que había de ser la shopping morning. Lo que pasa es que en ese estado no se está en lo que se está, y al final, salvo dos pares de 501 que nos ciñen a MBO y a mí el (en mi caso dolorido) trasero muy adecuadamente y una baraja profesional de bridge (válida igualmente para el Continental, que es a lo que jugamos con la progenie) que junto con unas fichas de casino compré en una tienda absurda del SoHo en que sólo vendían eso y mesas de Black Jack (¿?), apenas adquirimos nada; dos gafas de sol para la bella MBO, chulas, buenas y tiradas en el Gallery21 que nos recomendó Kurt, y poca cosa más. Y eso que ibamos absolutamente gimmetwo. En fin, paseamos por el SoHo hasta el Midtown, y después de comer (no muy allá) visitamos la Grand Central Station y el Empire State Building (y si: la vista es imprescindible) . El día acabó tomando, en una coctelería al lado del edificio de la ONU, un Bloody Mary (manifiestamente mejorable. Algo decepcionante, la verdad) y un Manhattan.

Jueves, 13 de abril.- A mi me pasa que tengo algunas aficiones insospechadas en estos tiempos de buenrrollito y tal. Entre otras, los aviones, en particular los de combate, y más en general los cacharritos bélicos. Diré, eso sí, que soy de una generación en que eso no es demasiado infrecuente (tengo un amigo profesor de alemán que dice que la diferencia entre los nacidos en los sesenta y los posteriores, setenteros y ochenteros, es que nosotros siempre sabíamos al menos eso de Feldgrau, Luft(waffe), (Kampf)wagen, aunque fuese sólo por las maquetas que hicimos en su momento o por las novelas de Sven Hassel). Como consecuencia de ello... ¿cómo iba yo a dejar de visitar el Intrepid?.

Se trata de un portaaviones anclado a orillas del Hudson, en cuya cubierta se exhiben casi veinte aparatos de combate incluído el mítico Blackbird, junto con un submarino nuclear y una gabarra en que hay posado un Concorde, todo lo cual conforma un museo bastante interesante para aquellos a quienes les interesen ese tipo de asuntos. Tiene un par de simuladores de vuelo chulos y bastantes piezas -además de las aeronaves- muy merecibles (insisto, si hay interés previo). Eso si, el tufillo ideológico de todos los discursillos en las proyecciones y tal es tremebundo: el Intrepid fue alcanzado por un kamikaze en la Segunda Guerra Mundial, causando bajas; sirvió también en Viet-Nam; y, como dicen reiteradamente en la visita, su última misión fue constituirse en oficina provisional del FBI cuando el Ataque a las Torres Gemelas. Poco recomendable para según que sensibilidades políticas. Os dejo el enlace por si a alguien le interesa http://www.intrepidmuseum.org/

Y ya. Después de eso tan apenas quedó tiempo para comer algo y volver al hotel a recoger las maletas, y volver a Newark, y coger otro avión, y cenar bandejitas, y llegar a MAD, y coger un AVE y dormirme en el acto tan cual me senté con los sedantes-para-elefantes, y llegar a Zaragotham, con nuestros ninios (sic) que estaban absolutamente estupendos; UPFm y UPMM han estado en el Sur con mi querida suegra, y han hecho más o menos lo que les ha dado la real gana. UPFM se ha ido a un campus de basket donde ha triunfado abundantemente.

El regreso de un viaje tan sensacional (no veo la hora de volver a NYC, demasiadas cosas han quedado a medio hacer máxime después de perder día y medio por causas de salud) hace que me olvide de lo CARO QUE LO ESTOY PAGANDO esta semana. Me es igual: he estado fuera del mundo una semana y eso no tiene precio. Fuera del mundo... y en Nueva York. Sólo puedo acabar esto (tal vez coñazo, largo, tedioso o quizá sólo excesivamente descriptivo, como me decía MBO anoche) diciendoos a todos: ID. Es imprescindible. Tanto como París o Londres.

18 abril, 2006

When I Was... (I)


Cuando estábamos en el colegio, había gente que se iba a pasar un año (un curso) a EE.UU. Entre esas personas, ocasionalmente (afortunadamente pocas veces) se producía la eclosión de los que llamábamos güenaigüós, tipos que volvían transformados por la experiencia estadounidense, cantando las glorias de la High School del pueblín de Wisconsin o la aldehuela de Utah. Cierto es que, generalmente, eso se debía a que o a) first dust with that sweet cheerleader, o b) se había fumado el primer canuto (y una larga serie de ellos después) o c) -caso extremadamente infrecuente- el individuo, aplicado al baseball, había descubierto en él su deporte, su esencia vital. Naturalmente, la condición de güenaigüós conllevaba efectos colaterales, tales como devenir fans de los Kiss y cosas así, pero bueno: lo básicamente pesado es que era todo como muy "Qué estupendo es todo en los States", contrapuesto implícitamente a lo pobretón de la realidad española de los primeros ochenta (roarin' eighties, you know).

Empero, la existencia de tales individuos jamás quitó brillo al deseo, a mi deseo de conocer Estados Unidos.


Mis experiencias infantiles y juveniles fueron básicamente europeas. De hecho, la oportunidad USA no se me planteó nunca en aquellos tiempos pre-Uni. Por otro lado, en el verano de 1989 -recién acabada la carrera- me perdí la oportunidad cojonuda de irme a hacer un cruisin' Canada-México de tres meses con un par de amigos a bordo de una furgoneta VW, pero ésa es otra historia que ha de ser contada en otro lugar (o no, qué coño). En todo caso la yankifobia al uso en España nunca ha tenido nada que ver conmigo, Dios me libre: los problemas que desde mi punto de vista pueden estar implícitos en la esencia USA no tienen nada que ver con el escaso fundamento lógico de aquella yankifobia. Para concluir: todo eso ha hecho, supongo, que conforme han ido pasando los años haya venido escuchando la llamada de la jungla (de la jungla del asfalto neoyorkino, quieoicir. A mi la cosa selvática strictu sensu como que no) con creciente intensidad.

Llego pues a mis provectos 39 virgen de conocimiento sobre el terreno, y cojonudamente emocionado con la cosa. Si, tal vez suene algo provinciano. Y a mí qué, y a tí qué, y a nosotros qué, que decían los Mas Birras. Con ese bagaje espiritual, en definitiva, y con las abundantes recomendaciones que me habéis facilitado (danke, thanks, merci) cogimos MBO y yo el AVE una tarde de un viernes de Abril dirección MAD (día siete, en concreto). Cenamos (mal) y nos tomamos una copa (bien) en el siempre grato Susan Club, que debe estar dando muchas satisfacciones crematísticas al gran Juan, dada la superpoblación del lugar. Vimos a La Mujer Tirita (que estaba muy guapa), al propio Juan, a Cranston Snord y conocimos a Yo, Olgapunkita y H.M, esos grandes bloggers y mejores personas, y entre que los veíamos y no nos tomamos unas margaritas y unos dry martinis que es lo que hay que tomarse en estos casos.

Sábado, ocho de abril: con la exageración propia de los novatos, dejamos el hotel a horas en que las calles no están puestas y nos dirigimos a Barajas, a donde llegamos con como tres horas de adelanto. Salimos a las 11.30, volamos con Continental a Newark (NJ), llegamos a Nueva York a las 15.00, tomamos las habitaciones del Hotel Roosevelt (uno de esos hoteles neoyorkinos que tienen día especialmente dedicado en el calendario de celebraciones municipales, y no me preguntéis por qué, dado que apuradamente llegaría a un 3*** medianete, hotel en el que, tras intercambio de pareceres con la recepcionista-de-ojo-rasgado, MBO acuñó la siguiente frase, muy repetida en los días posteriores: "¿Y todas las orientales serán tan hijas de puta?". Por cierto, el intercambio de pareceres condujo a una segunda conversación, ésta con el manager, que dió lugar a un cambio de habitación: la primera, obviamente, disfrutaba una fantástica orientación a un patio interior con máquinas de aire acondicionado, quod erat demonstrandum. La segunda daba a la 45th). Hecho lo anterior, empezamos a caminar, que es, básicamente, lo que haríamos durante los días siguientes con los efectos que se verán. Adopté, me temo, mi faz para la semana: una cara de tonto-boca-abierta empeorada por mi mirada-permanentemente-hacia-lo-alto. Una copa en un sitio cualquiera al paso. Cenamos vorazmente después de la cosa de las bandejitas (me acordé mucho de Dwalks y su afición al aeropapeo) en Gallagher's, un sitio donde los chuletones son como de brontosaurio (c) The Flintstones. Lamento no haber tomado nota de la referencia del Napa 100% Zinfandel que nos tomamos, que estaba muy rico. Como uno más a la mesa, cierto, pero no concibo engullir tanta proteina sin algo de tinto. Y cuna, después de unas 34 horas en pie. No drink to-day.

Domingo, nueve de abril: Manhattan, como es sabido, es uno de los cinco municipios que junto con Brooklyn, Queens, Staten Island y el Bronx conforman la Ciudad de Nueva York. Es un sitio relativamente pequeño y que, para cualquier persona acostumbrada a pasear, muy manejable. Es una isla de unos veinte kilómetros de largo que mide unos cuatro por su parte más ancha, básicamente ajedrezada: las avenidas van de norte a sur y las calles de este a oeste, de manera que es de una simplicidad asombrosa localizar cualquier sitio y llegar a cualquier lugar. Pues bien: después de un desayuno de fruta natural y zumo de naranja auténtico (la inmensidad adiposa que se predica del yanki medio debe traer causa de un acto de voluntad del susodicho arquetipo: no hay lugar que yo conozca en el planeta en que sea tan fácil alimentarse sólo de cosas sanas) en grandes cantidades (en NYC sólo hay dos tamaños alimentarios: grande y elefantíaco. Eso resulta especialmente predicable de las dimensiones de los recipientes cafeteros, por cierto) salimos de nuestro hotel en Madison con la 45 :-D. Quinta Avenida, donde algo en el aire hace pensar que, en efecto, aquí-hay-mucha-pa$ta. Central Park, fermoso (sic) lugar, rodeado de bellos edificios, en que las ardillitas corren por entre los pies de uno. Visitamos la Colección Frick (canela. Un millonario yanky finisecular -del XIX- del sector del acero que se dedicó a comprar una cantidad impresionante de obras de arte en Europa hasta la primera guerra mundial. Lo mismito que los Krupp, un poner) y después de comer fuimos al Metropolitan donde optamos cada uno de nosotros por ver UNA cosa (de las chiquicientas mil que se exponen). Elegí la sección de arte contemporáneo, y si bien la disposición es un pelín caótica para mi gusto, es lo cierto que sólo eso (que no es lo fundamental en absoluto de ese museo) el contenido de dicha sección es mayor que el de la Thyssen toda ella. Rematamos la jugada recorriendo el parque por su lado oeste de norte a sur, pasando por el Edificio Dakota (a pesar de que uno, bitelmaníaco confeso, no le tiene especial afecto al amigo Lennon, había que rendir tributo) y varios edificios reseñables. Uno de ellos nos hizo tomar esta foto, especialmente para la querida Mujer Tirita. Supongo que no es muy sensato en términos nutricionales, pero también esa noche nos pusimos púos de carne en un lugar llamado Morton's cuyo único defecto es que a esa combinación de ginebra y ginebra (sic) que tanto me gusta la llaman Mortoni (que me suena un pelín a Morticia Adams, y como que no me pone nada) y le ponen una oliva rellena de queso azul. A todas luces excesivo. Los solomillos, eso sí, sublimes. Y no, esta noche tampoco nos fuimos a tomar una copa.

To be continued ;-D

01 abril, 2006

New York Mayday


Una cosa muy buena que tiene esto de la internete es que se pueden obtener muchos datos. Digo datos, y no información (y mucho menos información veraz) . Fin, no me voy a poner a daros la torrada en una mañana de sábado con las diferencias entre una cosa y otra y en cuanto a los filtros que deben ponerse en todo aquello que la televisioncica ésta con teclao te plante ante la cara dada la mucha basura falaz que circula por la red.
Esta entrada es un mayday: ni éste su anfitrión ni la joven y hermosa MBO habían estado todavía en NY, de manera que han decidido poner fin a tamaño desafuero la próxima Semana Santa, peeeeeeeeeeeero necesitan sabias recomendaciones de todos Vdes., tan cosmopolitas, tan viajados, en cuanto a qué hacer entre los trillones de alternativas existentes para distribuir sabiamente el tiempo de siete días (flights included) en La Ciudad.
Nos valen sugerencias relativas a lugares para comprar, museos destacados, chiringos donde los bretzel sean mejores, coctelerías de vaso mezclador brillante, restaurantes imponentes, clubs de Jazz, y sería la bomba (aunque no creo que dediquen Vdes. sus esfuerzos a hacer semejantes cosas en su abundantes viajes a la ciudad de los rascacielos cayentes) que pongan en mi conocimiento alguna mega tienda de instrumentos musicales de segunda mano porque, con dos cojones, me traigo una Telecaster de antes de 1978 y/o una Les Paul custom. Pues bueno que soy yo cuando me pongo.
De hecho, a mí -si uno ñuyorquea, que sea a fondos- incluso me gustaría comerme un hot-dog callejero -con alguna garantía de no morir de mixomatosis legionelizada o "asín", de ahí que me convenga que también señalen Vdes. los spots en que se plantan los carrillos con pinta de ser menos antihigiénicos-, pero sospecho que MBO no estará muy por la labor. O sí. O yo qué sé.
Aplíquense, aplíquense, queridos amigos, y hagan de sus experiencias información veraz para estos sus cyberamigüitos (sic): ahórrennos ese restaurante muy-caro-pero-muy-malo, permitan que nuestro tiempo se estire evitando esas colas-que-conducen-al-aburrimiento. Hagan de este, en definitiva, un viaje mejor.