19 enero, 2006

Cuota láctea


Estoy casado con una mujer que a los 24 años era la lumbrera del sitio donde trabajaba en Madrid; a los 25 había creado un negocio del mismo sector para terceros, que en un momento determinado quisieron sustituirla por "una de la familia". En ese momento, MBO se fue de la compañía. Al año, esa compañía había cerrado. Mientras, MBO había creado otra, que hoy por hoy es un referente en su muy especializado cometido: bastaría echarle un ojo al Boletín del Senado de anteayer, por ejemplo. No quiero entrar en detalles.

Tampoco quiero entrar en detalles acerca de mi propia competencia y curriculum vitae. Nunca me he caracterizado por tener falsa modestia (antes bien al contrario, en honor a la verdad), pero creo que aquí sobra, no tiene sentido alguno, salvo lo que diré más tarde.

Vivimos muy tranquilos y sin sentimiento mutuo de amenaz intelectuala, que es lo que, según parece, le sucede al macho moderno. Personalmente, y en general, siempre he pensado que es mejor juntarse con gente brillante, pues algo se le pega a uno (y tampoco lo digo con complejos, conste; estando conmigo, si se me escucha hablando de las cosas de las que sé, se puede aprender alguna cosita). Además de eso, me divierto con MBO. Si fuese tonta me sería imposible. Y, de hecho, tengo la sospecha de que la inversa también se produce.

Entre los 24 y los 27 estuve dando clases en la Universidad, y después, en la medida en que me ha sido posible, he seguido dando sesiones de formación o ponencias en diversos contextos. También he tenido que seleccionar gente para trabajar conmigo. Como dogma diré que se trabaja mejor en ambiente mixtos. MBO sostiene, con conocimiento de primera mano, que los ambientes sólo-mujeres son un error y un desastre.

Puedo afirmar también que las mujeres, en general, ostentan expedientes académicos mucho más brillantes. Los CVs que llegan a mi mesa de hombres son en general peores (con excepciones, en cuyo caso son mucho mejores). La Función Pública evidencia, además, que son más capaces a la hora de superar determinadas -no todas, pero si muchísimas- oposiciones de alto nivel, prueba inequívoca de capacidad de esfuerzo constante y concentración. Todo ello, sin duda. También sé sin embargo que en mi específico campo de actuación, en general, los hombres funcionan mejor. Y no es el único, me consta. Todo esto, como tendencia, claro.

Todo esto son datos objetivos. Llevo (llevamos) constatándolos los quince años que llevo (llevamos) trabajando. Y no me (nos) dan miedo: son. El que no se quiera enterar de que eso es así va, simplemente, jodido.

Cuando un determinado Gobierno adopta la medida de introducir una cuota femenina de Ministros, me echo a temblar: ¿y si la mitad femenina está compuesta de floreros con patas? ¿Y si los de la mitad masculina son esencialmente elementos bineuronales?. Ojalá hubiese un Gobierno con mayoría absoluta de mujeres brillantísimas, honradas y trabajadoras. O de hombres de análogas características. No lo han de ver mis ojos, snif.

Convencido como estoy de la esencial incompetencia de los políticos para gestionar bien (pues con la pólvora del Rey se dispara de puta madre), tenía mi confianza en que, al menos, dejarían a la Empresa en paz.

Pero no, claro.

Conthe es un insensato (eso viene demostrándolo desde hace tiempo, y muy señaladamente en la manipulación de la más celebre de las OPAs recientes) pero esto último es ya la puntilla. Sin entrar en el criticabilísimo intervencionismo de que hace gala un Código de Buen Gobierno que, siendo teóricamente voluntario, atribuye facultades a la CNMV para recabar explicaciones cuando tal Código no se cumpla, es lo cierto que meter la monserga de la cuota femenina en los Consejos de Administración de las sociedades cotizadas es inadecuado. Habría que decirle a Conthe que afortundamente el mercado regula automáticamente las compañías; y del mismo modo en que, por ejemplo, se están produciendo prejubilaciones en Banca a los 52 años (así caigan bombas), o que el Código Olivencia y el límite de edad de los Consejeros va entrando en acción duramente (caiga quien caiga), se van a producir esas sustituciones y tomas de posiciones de poder en las compañías por quien aporte más valor. Sean hombres o mujeres.

Leía hoy en alguna parte que los ejecutivos masculinos tienen terreno ganado en la lucha por el poder de las empresas por el colegueo y las copas-juerga de post-oficina.

Esa afirmación imbécil que tilda a los ejecutivos-hombre de individuos que se van de juergaza implicitamente puteril en cuanto se les deja, facilitándoles el camino, o cosas así, tiene muy poco que ver con la realidad. Por este su blog rondan ya varias personas en situación de decidir en las empresas en que trabajan, que pueden señalar que su vida no tiene nada que ver con eso. Admito que la carga fundamental de los hijos está sobre las espaldas de las mujeres. No admito en absoluto que ello traiga causa de dejación de responsabilidades por parte de los hombres de nuestra generación. Sé que hemos creado un mundo imbécil en el que parece inevitable trabajar en el entorno de 55 a 60 horas semanales de trabajo como mínimo, con todos los desastres que ello lleva aparejado.

En lugar de lloriquear o pretender imposibles, lo que ha hecho MBO ha sido crear una estructura de empresa tal que se pueda compaginar vida personal y laboral (un modelo por cierto que se ha inventado básciamente ella para empresas de pequeña dimensión y que probablemente se expandirá. Nueva medalla para MBO). Eso sí que es acción positiva.

Evidentemente, por lo que respecta a muchísimas cuestiones, MBO es muchísimo mejor que casi todos los ejecutivos que conozco en todos los niveles. Lo que pasa es que no todas las mujeres son como MBO. Y, para algunas cosas, es evidente que hay gente que lo hace mejor que MBO. De hecho, muchos hombres. Y al revés: sé lo que doy de mí y conozco mis limitaciones: me entero perfectamente cuando veo a alguien más brillante que yo en un ámbito determinado; y entre ellos hay mujeres (unas cuantas lectoras de este su blog, btw) y hay hombres, y los busco o buscaría como colaboradores con abstracción absoluta de su traje sastre o su corbata. No es, no puede ser determinante. Si tuviese que designar un Consejo de Administración de una corporación de mi propiedad, tened por seguro que en lo último que pensaría es en los caracteres secundarios de los candidatos. Elegiría a quien me hiciese ganar más dinero. Rond-Point. Lo de las cuotitas, en las empresas, es una idiotez. El tiempo va a poner las cosas en su sitio muy rapidamente. Hacer imposiciones en ese sentido, crear "trágalas", sólo conducirá a entorpecer ese proceso.

7 comentarios:

_R_ dijo...

totalmente de acuerdo. me da miedo que por tener un 40% de mujeres se quite de en medio a hombre válidos. creo que cuando hay mujeres válidas y dispuestas a vivir igual de mal que los hombres, ahí estan. creo tambien que lo que pasa es que son mas listas que nosotros y se dan cuenta antes de que no merece la pena el ritmo que suponen ciertos niveles de responsabilidad.

Xurri dijo...

Bueno, en fin, el temita es complicado para comentar de forma políticamente correcta.

Digamos que las cuotas -especialmente en cargos muy visibles - ayudan a romper el fuego; si no se fuerza a decir que está bien visto que haya mujeres ahí, no nos dejan entrar ni pá dios, que no va a ser la primera que se pasa la vida trabajando para jefes con menos méritos (ahí, barriéndoles bajo los pies esperando el momento) y que luego a la hora de la verdad tienen que ver pasar a un truño con corbata que viene de fuera, con su rolex y sus traje y sus chistes ( y menos formación - experiencia-habilidad) para ocupar el sitio del anterior, esperando que le barras también a él. Especialmente esto les pasa a las jovencitas monas cuando se miden con los polluelos agresivos.

Vaya, que lo de las cuotas, aunque sea de ejemplo, mal del todo no está.

Salvo cuando, claro, resulta en ostentosas gerencias o ministerios florero, que hacen más mal que bien. Esas señoras que gastan tanto tiempo en conjuntar su sombra de ojos con el brillo de la tapeta del tacón de sus zapatos no pueden ser competitivas de ninguna de las maneras, y además dan una imagen fatal.

Así que, como de costumbre, en el término medio estará la virtud, digo yo.

Que no es fácil librarse de prejuicios para ver el mundo a través de cristales sin color.

Ea.

Diego dijo...

Interesante tema, en el que salirse de lo policticamente correcto está castigado con el ostracismo o el ladrillazo. Coincido con que las imposiciones de cuota a las mujeres no son deseables. Y, al menos, entre las mujeres con las que me relaciono ( entre otras, mi propia esposa, cuyo curriculum, capacidades y conocimientos son superlativos) no aceptan que se les de un hueco por el simple hecho de ser mujer.

Ayer bromeaba con un Auditor ( si, esos profesionales de alto privilegio a los que el Sr. Comthe intenta cualificar de forma y manera que para resolver su contrato de prestación de servicios haya que dar tantas explicaciones como para justificar un ataque preventivo a Iran) y le indicaba la necesidad, en las firmas de su actividad, de ir seleccionando a aquellos que habrán de someterse a una operación de cambio de sexo. Por aquello de que todo quede en casa.

Anónimo dijo...

Xurri, las políticas e iniciativas de sensibilización deben limitarse a la esfera pública y si lo que se pretende es que el ejemplo pase a la esfera privada, entonces lo que procede es adoptar políticas que incentiven el cambio, pero IMPONER a una empresa que en su Consejo de Administración haya el mismo número de tetas que de pelotas, me parece sencillamente kafkiano. En mi empresa busco talento, compromiso y eficacia, venga de donde venga.
En mi ya amplia experiencia empresarial, he llegado a la conclusión de que las mujeres, no es que seamos más listas, es que tenemos prioridades diferentes y desde luego nuestra prioridad no es, en el 99% de los casos, mandar más y ganar más dinero a costa de sacrificar nuestra vida personal. Nuestros políticos también deberían enterarse de esto.

Xurri dijo...

Quieta leona, que sí, que me refería a que las cuotas en la esfera pública, siempre que no se lleven al patetismo (y se me ocurren un par de ejemplos o tres), abren camino ejemplarizando.

Que en la empresa privada la única ley que impera es la de la eficiencia (so riesgo de suicidio corporativo) también ok, y que de ningún modo es extrapolable la aproximación de las cuotas 50/50, para nada. Mejor políticas REALES de conciliación de vida familiar. Mira a los islandeses, por ejemplo.

Pero sobre las diferencias entre hombre y mujer en la forma y manera de trabajar, y esa especie de aceptación tácita de la ambición es una cuestión testosterónica - y en consecuencia que el nivel de dedicación y entrega difiere en base los intereses personales y las percepciones emocionales, pues no. Ahí discrepo.

Cada uno es de su padre y de su madre y tanto se les cae el lápiz a las 5 en punto a ellos como a ellas. Por el contrario, cuando hay ilusión, no es cosa ni de gónadas ni de prioridades ni ciclos hormonales. Es una cualidad resultante de la capacidad, las opciones de futuro, la viabilidad de las promociones y el propio interés por el trabajo. Nothin' bout sex.

Vaya, digo yo. Que todo es opinable.

Hanna B dijo...

uis! superfeminist llega rauda a defender los argumentos de xurri, y es más, como no dispondría aquí del suficiente espacio y menos quisiera acaparar el post de hans, me comprometo a crear post titulado: por qué defiendo la discriminación positiva femenina. con sus correspondientes argumentos razonados y tal.

Xurri dijo...

I LOVE HannaB.